«Escritura y verdad, una visión de la obra de Rodolfo Walsh», por Jorge Carrasco

                            
En un poema de Fernando Pessoa, notable poeta portugués, se habla de un enfrentamiento ajedrecístico en Persia, mientras el país es arrasado por una invasión. El devenir de la partida imanta de tal manera la atención de los jugadores que los hace ignorar incluso las escaramuzas del desastre final de su pueblo.
Rodolfo Walsh jugaba una partida de ajedrez cuando en un café de La Plata un parroquiano le confesó que conocía a un sobreviviente de los fusilamientos de José León Suárez de 1956. Desde ese momento la vida de Rodolfo ya no fue la misma. Supo cuál era su destino, como diría Borges.
Walsh, al contrario de los jugadores persas, no desdeñó el destino de su pueblo y ya supo cuál era su camino. Oponerse al silencio cómplice. Darle voz a los sin voz y en su propio registro. Bajar del olimpo metafísico del escritor para convertirse en un investigador/protagonista. 
He leído con especial atención la serie de cuentos de los irlandeses. Como se sabe, Walsh pasó cuatro años como pupilo en colegios irlandeses para pobres. Cuando ingresó tenía diez años. De ahí extrajo la experiencia vital para escribir sus relatos. Alguna vez fui celador de un colegio salesiano (como la Morsa de las historias de walsh) y doy fe de la violencia y brutalidad que se practica al interior de esos establecimientos. Pude advertir los códigos, las reglas que impone el establecimiento y cómo los más antiguos las aplicaban con rigidez implacable en los débiles. Walsh sufrió las consecuencias. Y las enfrentó.

Para Walsh la sociedad continuó siendo ese internado violento, rígidamente estratificado, con reglas que sólo favorecen a los que detentan el poder. Y dentro, sólo los débiles pueden revertir esta situación crónica, luchando decididamente, sin esperar ayuda externa o providencial, como el Malcolm del cuento Un oscuro día de justicia. Justicia abstracta, como el amor lejano e impenetrable de los religiosos de las instituciones en que estuvo internado. Por eso creía que, frente al estado de cosas de una sociedad que sentía ajena, lo mejor era convertirse en desertor, como el Dashwood del cuento Los oficios terrestres. Deserción y subversión para acabar con la prepotencia y la inequidad. 

Su literatura, aun la más imaginativa, pone sus pies en la realidad. Pero no en una realidad cualquiera. La prefiere contradictoria, adversa, desnuda, ajena a las atávicas convenciones del poder. Sus narraciones testimoniales toman la estructura del relato policial: se cometió un crimen, busca pruebas y testimonios y en un afán que desdeña los tiempos judiciales logra dar con los culpables. Qué importa que los criminales sean cúpulas militares, jueces venales, estructuras corporativas corruptas o políticos cómplices. Walsh denuncia. No retrocede ni se atemoriza. Elucubra hipótesis certeras (alocadas según los defensores de las verdades a medias) que no pueden ser derribadas por sus enemigos.

Así lo hizo en Operación masacre. Un puñado de militantes peronista es fusilado en un descampado de José León Suárez. Hay sobrevivientes. El hecho no es reconocido por las autoridades ni es registrado por la prensa. La historia es contada desde el punto de vista de las víctimas, desde su realidad, desde su verdad histórica. De las pequeñas mentiras pasa a la mentira oficial y desde lo más alto descorre el velo del discurso oficial para mostrar la desnudez de los acontecimientos. ¿Qué ve? Impunidad, sólo impunidad.

Así lo hizo en ¿Quién mató a Rosendo? Rosendo García, dirigente de la UOM, es asesinado en la confitería La Real de Avellaneda. Su conclusión: la bala que lo mató provino del arma de Augusto Vandor, el líder gremial que subyugó los principios morales a acuerdos espurios con el poder de turno, así sea legítimo o ilegítimo.
Y así también lo hizo en El caso Satanowsky. Un abogado judío es asesinado por tres hombres. De los hechos triviales se pasa a los oscuros manejos institucionales para proteger a los instigadores. El acierto de Walsh es identificar a los culpables en las esferas cómplices de los victimarios, allí donde la culpabilidad se diluye. Y da nombres y los denuncia. Pero nunca se llega a nada.

Walsh pretendía inquietar al lector. Lo ha conseguido. Su pluma transparenta el sistema de poder y muestra sus tumores y contagios. Marca los límites vergonzosos y la inoperancia del sistema judicial. Revela la volatilidad de la memoria de los hombres y sus miserias morales. Pero también revela los casos de resistencia heroica de individuos comunes que luego de haber conocido el infierno se hunden sin estruendo en el olvido. Un final que procuraba el mismo Rodolfo.



Jorge Carrasco nació en Carahue, Chile, en 1964. Desde 1985 reside en Villa Regina, provincia de Río Negro, Patagonia Argentina. Es profesor de Lengua y Literatura y ejerce su profesión en colegios secundarios de la provincia. Tiene publicados tres libros de poemas (Permanencia de aves, La huella, su andar y Mar muerto). En narrativa publicó una novela (Sombras en el agua) y mantiene inéditas otras dos (El nido de la lluvia y Sombras en el agua); en cuento, editó dos libros (Maldito lunes y Último carbón de invierno).
Ha obtenido, entre otros, los siguientes premios:
_ Ganador de la Primera Bienal de Arte Joven de la Patagonia, género poesía, 1993.
_ Ganador del Certamen Patagónico de Cuentos de 1998, organizado por la Fundación Banco Provincia del Neuquén.
_ Ganador del XV premio nacional de poesía “Plaza de los Poetas José Pedroni”, Santa Fe, Argentina, 1993.
_ Mención en narrativa y poesía del Premio Federal de los años 2001 y 2003, organizado por el Consejo Federal de Inversiones (CFI) de Argentina.
_ Ganador del concurso hispanoamericano “Cuentos Políticos”, organizado por la revista literaria digital El Escriba, Buenos Aires, 2005.
_ Ganador del concurso literario “Chile con mis ojos”, en las versiones 2006, 2007 y 2008, organizado por Televisión Nacional de Chile, la Academia Chilena de la Lengua, DICOEX y la Fundación Pablo Neruda.
_ Ganador del premio de poesía “David Aracena”, organizado en el marco del XXVI Encuentro de Escritores Patagónicos, 2008.
_ Seleccionado en narrativa para formar parte del Plan de Lectura nacional, organizado por el Ministerio de Educación de la Nación y el Consejo Provincial de Educación de Río Negro, Argentina. Año 2009.
_ Ganador del concurso de cuentos “En mil palabras”, organizado por el CINPRODH (Centro de Investigaciones y Promoción de los Derechos Humanos), Temuco, Chile, 2009.

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           Imagen de portada: Daria Kraplak. Unsplash (public domain)

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