"Vidas en tránsito: El libro 'Mil Bares' de Fino Sosa" - Reseña por Juan Carlos Vásquez


En "Mil bares", Fino Sosa nos sumerge en un universo donde los bares no son solo escenarios de encuentros casuales, sino auténticos microcosmos que reflejan la diversidad de la experiencia. A través de este conjunto de textos, el autor despliega una multitud de perspectivas que giran alrededor de diferentes espacios, cada uno impregnado de una atmósfera única y personajes que encarnan las múltiples facetas de la condición humana. El estilo de la narrativa es lírico y cargado de imágenes sensoriales. Su prosa nos arrastra por calles empapadas de lluvia, nos sumerge en la penumbra de ambientes desmantelados y nos enfrenta con la melancolía y el desasosiego de la pérdida. Sosa maneja un lenguaje que, aunque a veces crudo, siempre guarda una profundidad introspectiva y poética. Sus personajes no son simples figuras pintorescas; son almas que transitan entre la realidad y la ensoñación, llevando consigo la carga de sus historias y deseos no cumplidos. Retazos de la vida urbana, donde las emociones se desnudan sin pudor. Desde el hombre que pide dinero en la calle para comprar una cerveza, hasta las conversaciones cargadas de política y corrupción que se suceden en las mesas. Un tránsito a través de escenas efímeras y solitarias de la ciudad, nos sumerge en encuentros fugaces con desconocidos que prometen una oportunidad que tal vez nunca llegue, y nos muestra la suciedad y decadencia de hoteles que sirven de refugio temporal para los errantes.


A Manuel le sangraba la nariz; estaba desgarrada por dentro y roja por fuera, tenía los ojos vidriosos, perdidos en quién sabe qué horizonte inalcanzable y remoto. La sala estaba destruida. Sillas, cortinas, muebles, botellas rotas y las sobras de la cena descansaban sobre el silencio que llega luego del caos. Se respiraba un aire traicionero, impregnado de un combustible latente, vivo, ese que ante la ínfima sospecha de una chispa es capaz de arder y explotar [...]

(La sala destruida)


Los personajes de Sosa a menudo se enfrentan a la violencia, tanto física como emocional, y a la constante búsqueda de identidad y propósito en medio del caos de la vida. La estructura del libro es casi cinematográfica, con cada relato funcionando como una escena que contribuye a la construcción de un todo más grande. Los bares destruidos y en ruinas, las casualidades fortuitas, las disputas y reconciliaciones, las mujeres dentro de la nostalgia de un amor o el sexo casual casi suicida… En "Mil bares", la nostalgia se convierte en un lugar de reflexión y autodescubrimiento, un sitio para enfrentar a los demonios internos y al inevitable paso del tiempo. La melancolía y una extraña fascinación por la decadencia son temas que se exploran con una sinceridad desarmante.

A medida que avanzamos en la lectura, nos encontramos con múltiples situaciones: el autor como protagonista, ella sin nombre, Carla, un Manuel al que le sangra la nariz, Lautaro, Nancy, Gonzo, Martina y los bares destruidos, el patio de Ricardo, Laura, Ángel y un baño…: sinónimos de lascivia y compulsión. Carlos, inyectando calma y desasosiego detrás del mostrador, son solo algunos. Ellos, aunque atrapados en una espiral de autodestrucción, buscan un rescate en lo que consideran sus pequeños triunfos personales; un trago, sexo, regresar la vida a lo que fue desde la ruina y si no, disfrutar la ruina.

"Mil bares" es, en última instancia, una meditación sobre la vida urbana, la soledad y la eterna búsqueda de significado en un mundo que a menudo parece indiferente a nuestros sueños. Y ahí, ellos, en el paso del tiempo, dejando atrás amigos y esperanzas, pero aferrándose a experiencias que anhelan revivir, aunque sea solo por un instante. Este tomo nos sumerge en el abismo existencial del bar, al que siempre se regresa, recordándonos que en la insignificancia de nuestras vidas, la única certeza es la inevitabilidad del vacío.


Dejar las harinas, el alcohol, los dulces y las ganas de inmolarme. Abrir una a una las ventanas y pensar en soluciones sensatas para no ahogarme en las garras de este rencor. Si todo fuese así de fácil, seguramente sería otra mujer”, pensó. Mirándose al espejo, desnuda y con las manos enredadas en los vellos del pubis, lloró. Su cabeza distópica penaba en la penumbra. Fue hasta la heladera y destapó una cerveza negra. Bebió del pico y luego prendió un porro. Fumó. Bebió. Fumó. Bebió. Le llegaron los paisajes de siempre, las vueltas de su calesita, las prioridades, la paranoia, los espacios vacíos y las ganas de no ser ella. Su perro se acercó sigiloso, la olfateó y le lamió la herida abierta que tenía bajo la rodilla derecha. Volvió a olfatearla y, con un gruñido ahogado, dulce, le hizo saber que él aún la amaba. Ella fumó. Bebió. Fumó. Bebió. Aferrada a la botella y con los ojos húmedos de la redención, repasó mentalmente su lista. “Dejar las harinas, los dulces, el alcohol y sacar a pasear más seguido al Manchas [...].

(Químicamente enfermos)




Adrián Fino Sosa, nacido en Montevideo en 1965, es un autor y editor que surgió en la escena cultural de la capital uruguaya durante las décadas de los 80 y 90. Melómano y lector apasionado, Sosa se destacó por coordinar y editar diversas revistas alternativas como "Atrás de todo", "Culos de botellas" y "Perro Andaluz", que exploraban la poesía, el arte callejero y la música, ofreciendo una ventana a la vibrante vida cultural que se escondía bajo la aparente quietud de esos años. Su trayectoria incluye la publicación de libros artesanales de poesía, como "El grito", "Lobos en la buhardilla", "Lo que quedó allá arriba" y "Cuadernos mojados". Sosa también ha publicado en coautoría el libro de relatos “El gen de la bestia”.


Juan Carlos Vásquez es autor de "Isla de Ward: El lado oculto de Nueva York". Dirige y edita HD Kaos. Página de autor. E-mail: jcvasquezf@gmail.com



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