La patria de Sebastián Barry, por Colm Toibín

La patria" de Sebastián Barry es un texto perteneciente al libro «Nuevas maneras de matar a tu madre», de Colm Toibín. Aborda temas como la identidad, la familia y la violencia política en Irlanda. Toibín, reconocido escritor irlandés, en su ensayo sobre la obra destaca la habilidad de Barry para narrar la complejidad del conflicto irlandés a través de personajes con vidas interconectadas. Asimismo, Toibín destaca la capacidad del autor para crear una prosa lírica y emotiva que evoca la belleza de la tierra y la gente irlandesa, aun en medio del dolor y la desolación. "La patria" es una obra que ha sido ampliamente elogiada por su calidad literaria y su capacidad para explorar temas profundos y universales.



La patria de Sebastián Barry

En los primeros años del presente siglo, varios jóvenes dramaturgos irlandeses han escrito acerca de la figura del mal padre. En mayo de 2000, por ejemplo, en el marco de un festival de cultura irlandesa, se representó en el Kennedy Center de Washington DC On Raftery’s Hill, de Marina Carr, en una coproducción del teatro Druid de Galway y el Royal Court de Londres. Algunos asistentes al estreno eran asiduos del Kennedy; otros, fieles amantes de la cultura irlandesa. Por los silencios y carraspeos, así como por los comentarios de sorpresa durante el entreacto, era evidente que el padre irlandés que aparecía en escena no les resultaba familiar. «La
cocina del hogar de los Raftery», donde se desarrollaba la obra, carecía de encanto, por no decir otra cosa. No había baile en la fiesta de Lughnasa, ni personajes cómicos o desenfrenados, ni siquiera amarga melancolía. El lenguaje era colorista, pero no parecía atraer al público. La oscura crueldad del padre era implacable. Incesto, violación, violencia y ataques despiadados contra animales eran fundamentales en la obra y en el impacto que causaba. Era una Irlanda reconocible para cualquiera que leyera la página cuatro del Irish Times, que en la década de 1990 informaba a diario de atrocidades en el seno de la familia. En cambio, para quienes la imagen de Irlanda procedía del recuerdo o del esplendor de El hombre tranquilo y Riverdance, esa Irlanda sombría resultaba nueva y extraña.

En 2004, tres primeras obras de escritores irlandeses presentaban un mundo dominado por un padre perverso o chiflado. La paternidad era objeto de escarnio, se subvertía y se mostraba en toda su locura y depravación. Por ejemplo, Defender of the Faith, de Stuart Carolan, se desarrollaba, al igual que On Raftery’s Hill, en una cocina rural y estaba ambientada en el sur del condado de Armagh, en 1986. Como en la obra de Marina Carr, el espíritu dominante era el de Foucault más que el de Freud, con el poder sobre los demás como objetivo y el control absurdo y la crueldad en feroz combinación. Las palabras ofensivas eran un ataque a lo no expresado.

En Trad, de Mark Doherty, estrenada en el Festival de las Artes de Galway en 2004, la sílaba «Pa» se convertía casi en el himno de la obra, mientras un padre loco y caduco tentaba a su zopenco hijo con feos prejuicios, conclusiones ilógicas, búsquedas inútiles e hilarantes y necesidades y deseos estrafalarios. En Take me Away, de Gerald Murphy, producida por Rough Magic, el padre era una figura maníaca, desprotegida, que formulaba preguntas absurdas y carecía de toda clase de autoridad: un hazmerreír en el escenario. Al igual que en On Raftery’s Hill, Defender of the Faith y Trad, en Take me Away la madre brillaba por su ausencia. De esta forma, quedaban al descubierto toda la estupidez del padre, sus necesidades exageradas, sus peticiones disparatadas y su absoluta humillación.

En Hinterland, Sebastian Barry se propuso trasladar el drama sobre los padres y sus fracasos de un espacio puramente doméstico al terreno público, o lo que al principio parecía el terreno público. Para los espectadores irlandeses, el personaje de Johnny Silvester era a todas luces —y engañosamente— una versión muy estudiada de Charles J. Haughey, que se convirtió en primer ministro en 1979 y se mantuvo en el cargo hasta que se vio forzado a dimitir, en 1992. Al cabo de un tiempo, cuando ya estaba retirado, le llovieron las acusaciones, más tarde confirmadas por él mismo bajo juramento, de que se había apropiado de grandes cantidades de dinero de empresarios importantes para su disfrute personal y de que había dejado un gran descubierto en el Allied Irish Banks. Por tanto, si Irlanda necesitaba que un personaje público se convirtiera en el padre infame, Charles Haughey encajaba a la perfección en el papel, que interpretó con dignidad trágica durante un exilio solitario en su mansión georgiana situada al norte de Dublín.

Así era la casa de Hinterland. Las acotaciones situaban la obra en «el estudio privado de una mansión georgiana a las afueras de Dublín. Con toda la parafernalia de una vida política de éxito: menciones, condecoraciones, carteles electorales enmarcados». Sin embargo, el parlamento inicial ofrecía un indicio de la gran ambigüedad que envolvería el texto y sus intenciones dramáticas. En lo que era, en apariencia, una carta altisonante dirigida a sus tías de Derry —Haughey también tenía familia allí— sobre los efectos de la división del país, Silvester mencionaba a su padre, que «no volvió a ser el mismo tras la partición, y su decadencia física bien pudo acelerarse como consecuencia de esa misma imposición». La partición, según decía en la carta, había separado «al padre de la patria». La obra trataba una y otra vez el tema de los padres: Silvester estaba obsesionado con el fracaso de su padre; su esposa, con la reputación del suyo, y el hijo de ambos, con la desastrosa forma en que Silvester ejercía la paternidad.

Lo que distinguía a estos padres de las obras irlandesas de los primeros años del siglo XXI es que ninguno era un héroe trágico; no se hallaban atrapados entre dos mundos, uno que se desmoronaba y otro que lo reemplazaba. En estas obras había un solo mundo, el que se había desmoronado y había dado lugar a un reino del terror, o de la locura, sin ningún otro que lo sustituyera. Estos hombres eran villanos estáticos, sorprendidos ante los focos, que ansiaban destruir y vivían en un sueño del pasado. Se comportaban siempre lo peor posible y no había momentos de redención, arrepentimiento o reconciliación. Estos padres no cambiaban; actuaban, recordaban y justificaban sus actos. Ellos y cuantos los rodeaban estaban petrificados en un ritual sin salida. Eran como figuras en un caballo de Troya que no avanzase, sin una Troya a la vista.

El acto de no matar al padre era la base tanto de On Raftery’s Hill como de Hinterland. Permitir que viviera, en contra de toda expectativa dramática, se convertía en un método poderoso y fascinante de no ofrecer ninguna resolución ni esperanza fácil y de aumentar la tensión. Es importante destacar que ambas obras se escribieron en un momento de grandes cambios sociales en Irlanda, una época de nueva riqueza, de una nueva libertad social y sexual y de luminosas esperanzas. Estas obras eran un mensaje del alma extraña, oscura y oculta de la sociedad, pero también trataban tanto de lo público como de lo privado. El exilio impenitente de Charles Haughey era un regalo del cielo para un dramaturgo preocupado por las posibilidades dramáticas de la obstinación; es un héroe que no está dispuesto a cambiar, que no tiene remedio. En Hinterland, a John Silvester ya le han arrebatado su reino; su casa, donde su esposa llora, es su prisión. Cuando el criado se retira por la noche, Silvester dice exactamente la misma frase de Otelo que Charles Haughey
pronunció en la Dáil (la cámara baja del Parlamento) el día de su dimisión: «He servido al Estado». A continuación, cuando empieza a citar los versos de Yeats sobre «un hombre viejo», recibe la visita de Cornelius, un colega fallecido, que el público irlandés identifica de inmediato con Brian Lenihan, quien ocupó varios ministerios en los gobiernos de Fianna Fáil y fue derrotado en las elecciones presidenciales de 1990 por Mary Robinson. En uno de los primeros comentarios que dirige a su viejo amigo, Silvester menciona el trasplante de corazón que aquel recibió; a Brian Lenihan, como sin duda sabía el público irlandés, le habían trasplantado el hígado.

Así pues, Hinterland contiene numerosas referencias a detalles de la carrera de Charles Haughey que se atribuyen al pasado de Johnny Silvester. Por ejemplo, los dos recibieron elogios de los pensionistas por garantizarles el transporte gratuito. Regalaron una tetera de plata a una primera ministra británica. Del mismo modo que Silvester había traicionado a Cornelius durante la campaña por la presidencia, Haughey traicionó a Brian Lenihan en la campaña presidencial de 1990. Tanto Haughey como Silvester tienen que hacer frente a tribunales que investigan sus asuntos financieros.

Sin embargo, estos indicios del núcleo emocional o político de la obra son sumamente engañosos; representan una especie de señuelo para distraer al público de lo que ocurre en realidad. Casi cualquier escritor con imaginación que crea un conjunto de motivos y rasgos distintivos para un personaje histórico acaba escribiendo una especie de autobiografía. A veces ocurre de manera inconsciente: el personaje arranca como un conjunto de hechos y poco a poco se diluye en una serie de ficciones. El proceso es gradual y vacilante; puede tener su origen en la improvisación especulativa, en observar cómo podría funcionar un nuevo ingrediente, en advertir que, aunque no sea preciso cambiar al personaje principal, algunas circunstancias que lo rodean no encajarán en el argumento. De forma paulatina, la obra teatral, o la novela o el relato, se convierte en la dramatización de un aspecto del yo más íntimo [...]

Al reflexionar sobre la relación entre Hinterland y el yo íntimo de Sebastian Barry, tal vez resulte útil citar la segunda estrofa de un poema de su colección The Pinkening Boy, publicada en 2004 y escrita durante los mismos años que la obra. El poema se titula «The Trousers». La primera estrofa habla del interés del poeta por entrar en el Royal Marine Yacht Club, de la imposibilidad de hacerlo porque su padre no era socio, de los planes de ambos de comprar.

un yate

    y navegar

    adonde el ánimo nos llevara, a la isla de Dalkey,

    a los misterios de los canales franceses, tierra adentro,

    pese a que no distinguíamos una vela de una sábana,

    y seguimos sin hacerlo.
  
  La segunda estrofa reza:

    Y qué sorpresa encontrarlo en Dawson Street

    el viernes pasado, tras años de separación,

    distanciados por problemas familiares. Pasó

    como un capitán de barco retirado de larga barba blanca,

    con el corte marinero de su chaqueta,

    el rastro del sol de los mares del sur en las arrugas

    en torno a los ojos, su ademán marinero y vacilante…

con paso incierto en la dura tierra escorada.

    Como si en los años transcurridos en efecto

    hubiera zarpado hacia el Caribe o bordeado el cabo de Hornos

    con toda tranquilidad, y el Royal Marine Yacht Club

    me debiera una disculpa. Y cuando pasó presuroso,

    bastante en forma a los sesenta y siete,

    poco seguros aún sus pasos en tierra firme,

    fue en sus pulcros pantalones en lo que reparé…

    en cómo flameaban con el viento de través.

 

Hinterland trata de los fracasos de la paternidad y de la angustia y el distanciamiento que los rodean tanto como el poema «The Trousers». Del mismo modo que Johnny Silvester evoca al padre en el parlamento inicial, su esposa nombra al suyo prácticamente en cuanto sale a escena. El padre de Daisy, como el suegro de Charles Haughey, era político, «la honradez personificada». A lo largo de toda la obra Johnny y Daisy seguirán haciendo referencia a sus respectivos padres, como si estuvieran desesperados por conseguir una identidad propia, aunque se base en mitos y sombras.



Colm Toibín, notable novelista y periodista irlandés. Colm Tóbin creció en Wexford y estudió en el St. Peter's College, donde estuvo interno durante dos años. En 1975 se licenció en Historia y Lengua Inglesa en el University College de Dublín y rápidamente se mudó a Barcelona hasta que regresó a Dublín en 1978. Biografía completa.

Un texto perteneciente a «Nuevas maneras de matar a tu madre», de Colm Toibín.


Portada: 7. imagen generada por Juan Carlos Vásquez a través de Midjourney Al - Al Art Dalle (AI Art de Illusion).

No hay comentarios:

Publicar un comentario