Vas a la presentación de un libro con curiosidad real; has oído que el libro es transgresor, que juega con el lector y que contiene innovaciones estilísticas rompedoras; además, ha conseguido vender miles de ejemplares y el autor se está poniendo de moda. Las reseñas de su libro salen en todos los periódicos culturales y en el programa de Televisión Española dedicado a las novedades literarias. Tal vez ayude el hecho de que tiene una columna en un periódico de tirada nacional, pero no haces caso de esa sospecha porque te parece mezquino.
El presentador es alguien de quien en principio te fías. Está entregado, y según sus palabras, el libro va a suponer una revolución en la narrativa de este siglo.
Escuchas al autor y vas dándote cuenta poco a poco de que es un impostor; de que se alimenta de su propia arrogancia; que se adora a sí mismo, y escuchas estupefacto cómo relata con orgullo y sin ningún rubor cómo lleva lo de su éxito repentino, y presume de que jamás relee ni corrige sus textos, convencido de que eso es un motivo para presumir. Que esa es su forma de escribir, dice, y que jamás ha escrito una sola página que no le guste al releerla.
A medida que se desarrolla la presentación, te das cuenta de que cada vez tienes menos ganas de comprar y de leer su libro, que por otra parte tiene seiscientas páginas.
Acaba el acto y coges un ejemplar, ya decidido a no comprarlo pero aún con curiosidad, y constatas, durante los diez minutos que empleas en ojearlo, que en efecto es transgresor, pero que esas transgresiones son miserables, como truquitos cobardes; ocurrencias sin demasiado sentido; pequeñas gamberradas del lenguaje que no aportan nada por lo superficiales que son, como las infantiles proclamas anarquistas de un púber, y que se repiten una y otra vez sin apenas variaciones, y piensas que si has detectado eso en apenas dos páginas, leer seiscientas debe de suponer una verdadera tortura.
Y te vas de la librería sin despedirte de nadie, intentando hacerte invisible y preguntándote cómo has podido ser tan ingenuo y haberte dejado embaucar de esa forma.
Antonio Tocornal nació en San Fernando, Cádiz. Cursó estudios de Bellas Artes en Sevilla y, tras siete años en París (1984-1991), se instaló definitivamente en Mallorca.
Sus cuentos cortos han sido premiados en más de cuarenta certámenes, entre los que se encuentran algunos de los más prestigiosos en castellano como el «Gabriel Aresti», el «Ignacio Aldecoa», el «Gerald Brenan», el «José Calderón Escalada» o el «Puente Zuazo».
Actualmente compagina su trabajo de escritor con formación personalizada de escritura creativa y trabajos de asesoramiento, corrección de estilo e informes de lectura para narradores.
Publicaciones:
•La noche en que pude haber visto tocar a Dizzy Gillespie (Aguaclara, 2018). XXII Premio de Novela «Vargas Llosa» 2017.
•Bajamares (Insólitas, 2020). XIX Premio de Novela Corta «Diputación de Córdoba» 2018.
•Pájaros en un cielo de estaño (Versátil, 2020). Premio «València» de Narrativa en Castellano Alfons el Magnànim 2020.
•Malasanta (Fundación José Manuel Lara, 2022). XLI Premio de Novela «Felipe Trigo» 2021.
Además, ha publicado numerosos relatos en antologías.
Más información sobre premios, publicaciones, entrevistas, reseñas, etc., en su página de autor: www.antoniotocornal.com
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