«Silencio y soledad», un cuento de Neftalí Nava

Tengo años en silencio y pocos meses en soledad. Busco lo insonoro en los rincones de mi casa y en cambio me encuentro con el barullo de la desolación. Mi morada alguna vez fue prolífica en silencio... Pero hay más que el indeleble bullicio de la soledad en mi hogar, estoy yo. Se me olvida que yo existo y que sigo con vida. A veces creo que soy un espejismo insomne de la morada, que soy un fuego fatuo de éter inocuo; un fantasma en pesar. Pero al verme en el espejo, me percato de que soy de carne, y poseo osamenta; que soy humano y que vivo. ¿Por qué vivo? Solamente gastando aire, inventando cuentos mientras rememoro el mutismo del pasado.

Solo porque estoy solo. Mi único compañero es el periódico. Las letras de él me libran del tedio de las tardes, de la remembranza de la vida y del estruendo cruel e individual.
En mi lóbrego caminar, recorro los cuartos vacíos, con camas desocupadas, con las voces perdidas, con risas distantes y con los espectros de otrora. Veo a mis dos padres fallecidos, siempre en sus camas, y sé que no es mi imaginación, o un espejismo de las tardes calóricas. Porque los miro y los escucho.

El silencio se desvaneció en mi casa, las voces quedan…el redondo abandono se vuelve estrepitosamente inaguantable y ensordece mi cordura. Escucho la soledad en mi patio, porque oigo el nítido canto de las palomas muertas. Escucho la soledad en los cuartos vacíos, porque oigo las risas y las voces de mis padres. Escucho la soledad en mi alcoba, porque escucho la voz de mi viudez. En serio, espero ser uno de los cuantiosos fantasmas de la casa (quiero serlo). Porque no quiero ser un ente en murria, no quiero perder el sosiego, no quiero morir en vida.

En ocasiones canto, canto para mermar el melancólico estrépito de mi casa. En voz fuerte y algo desafinada, con todo mi ser, para borrar los bosquejos del abismo solitario. Mientras lavo los platos, mientras hago mi comida, mientras barro; me baño, me limpio, me visto, me acuesto, yo canto. Canto para olvidar, pero ¿se puede olvidar el olvido? No estoy seguro de ello, a mí me funciona, cuando menos durante el lapso que dura mi canción. 

A pesar de todo, yo sigo en busca del silencio pretérito: lo busco en todos lados y a toda hora. Solo quiero de vuelta el dulce silencio… quiero volverme un ente etéreo, quiero olvidarme de mi olvido, quiero dejar de robar oxígeno, quiero desaparecer del mundo, quiero dejar de ser un cuentista, quiero dejar de recordar, quiero dejar de sentir pena. Yo quiero, quiero, quiero, quiero… yo solo quiero dejar de estar solo.


Neftalí Nava. 14 de mayo de 1999 en Guadalajara, Jalisco. México. Actualmente reside en Matamoros, Tamaulipas. Cursa la carrera de Criminología y criminalística. 

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