«Operación Medina», un relato del psicólogo y escritor Miguel Ángel Acquesta

                       
Todos los asesinatos son intencionados...La diferencia está en el grado de estupidez. "El hombre del lago" (2004), Arnaldur Indagando.
Buenos Aires-Miami. 7 de septiembre de 2024.


Llevaban algunos meses reuniéndose en forma secreta, por lo general en la casa de Walter, cercana a la Estación Boulogne. Extremaban los recaudos para no generar sospechas en los vecinos. Evitaban toda forma de comunicación entre ellos que resultara detectable. Habían pasado a la clandestinidad a comienzos de julio, cuando se anunció la quinta ola de la Pandemia con sus secuelas de nuevos encierros, limitaciones al movimiento de las personas y sobre todo a las actividades económicas con cierres que aumentaban la crisis crónica que padecían. La causante era esta vez la cepa keniata, que se trasmitía con mayor rapidez que las anteriores y resultaba sumamente letal. Los países con alto poder económico habían instrumentado un plan de revacunación consistente en una quinta dosis de vacunas de ARN mensajero. Las naciones más pobres a duras penas trataban de completar el primer esquema de dos dosis y los menos avanzaban con una tercera aplicación de las vacunas que disponían. El derrumbe de la economía mundial no tenía fin y sumía a gran parte de la población en la pobreza, generando también una catástrofe alimentaria a nivel mundial. Tal situación provocó en un trienio la disminución de la población mundial cercana al diez por ciento. Los lineamientos anunciados por BG en la conferencia TE2010 en Long Beach, California en 2010 se venían cumpliendo al pie de la letra. La Agenda 2030 para un mundo sustentable se aplicaba a rajatablas, las desigualdades se cristalizaban, el modo de vida humano cambiaba de modo irreversible y “los sobrantes” en el nuevo orden iban dejando de existir. 

Ellos eran sobrevivientes de los agitados años setenta, habían combatido en su juventud, creían con firmeza que era posible un cambio social y la creación de un mundo más justo. Arriesgaron la vida por sus ideas en esos tiempos. No querían terminarlas, descartados por el nuevo sistema, de brazos cruzados esperando ser víctimas de alguna de las acciones de “cuidado” instrumentadas por los gobiernos regionales. 
En la reunión de comienzos de julio decidieron que volverían a la lucha. El objetivo: cortar la cabeza de la serpiente. Matar al propio Bill G, el ideólogo del plan. Para ello viajarían a Washington en septiembre. Tenían experiencia en atentados, el de mayor repercusión fue el de la Chrysler de avenida Libertador y Perú, en el setenta y cinco. Los hijos de puta de inteligencia no les dijeron nada del sereno. Ese muchacho de Villa Adelina había empezado a trabajar un mes antes. Manuel, que estaba a cargo de la operación, nunca se lo pudo borrar de la cabeza. Lo que pasó después es conocido por todos, tuvieron que protegerse de propios y extraños. Varios no sobrevivieron. Lorena vivió muchos años en el interior de una provincia mediterránea sin mayores sobresaltos. Se casó, tuvo dos hijos. Se separó y volvió a la Capital a fines de los noventa. Al tiempo abrió un pequeño negocio de ropa que aún atendía. Walter pudo llegar a Brasil y trabajó unos años en la Pousada de unos amigos en Torres, Río Grande do Sul. Volvió a Buenos Aires a fines de los ochenta. Deambuló por distintas ocupaciones hasta que ingresó a una dependencia del Gobierno de la Ciudad donde trabajó hasta su jubilación el año anterior. Manuel estuvo escondido varios años en la zona de Encarnación donde un familiar tenía plantaciones de soja. Volvió a Buenos Aires ese mismo 1983, finalizó la carrera de Sociología que había empezado a comienzos de los setenta y se dedicó a la docencia. También había recibido la jubilación un par de años antes. Los tres se reencontraron causalmente por intermedio del Facebook alrededor de 2010 y se volvieron inseparables. Las aventuras vividas juntos en el pasado, el coqueteo con la muerte, las ilusiones compartidas, y la soledad actual los unió mucho. Los tres vivían solos. Los hijos de Lorena estaban radicados en Córdoba y se comunicaban esporádicamente. Walter, separado desde hace años, también tenía dos hijos a los que no veía desde mucho tiempo atrás ya que se habían radicado en Europa. Manuel enviudó en los 2000, tenía una hija que se casó con un empresario salteño y vivía en la capital provincial. No mostraba interés alguno en vincularse con su padre. 

Encerrados, solos, con pocos contactos sociales, así pasaban sus días. Recordaban con pasión esa época de militancia en la juventud, que los unía. El resto era un rosario de broncas y frustraciones. Los ex, los jefes, los clientes, los distintos gobiernos, las crisis, la jubilación, los alumnos, el tránsito, la gente, los ruidos, los precios siempre en aumento y en especial el tiempo, cada día más apresurado para llevarlos al predecible final. 

En tales circunstancias ¿Quién les iba a decir que el plan estaba plagado de errores y era a todas luces inviable? De modo que lo fueron armando, se lo creyeron, y en un momento pasó a ser lo único que los mantenía vivos. Se entusiasmaban transportándose a esos tiempos de lucha épica, en realidad a la añorada juventud. Se imaginaban héroes mundiales. En los setenta combatieron para salvar a la Argentina, pero ahora el objetivo era más amplio. Rescatar a la humanidad del plan satánico. Evitar que se elimine a un tercio de la humanidad, que los sobrevivientes quedaran despojados de todo y a merced del Estado global, manejados por las ondas del 5G y controlados por medio de un chip implantado. Millones de seres atemorizados, entre encierros y vacunas. Viviendo en la red. Inmersos en el internet de las cosas. Borrando todo rastro de trabajo humano a paso rápido para cumplir el paradigma: “en 2030 no tendrás nada, pero serás feliz”. El look step. 
Matando al ideólogo del plan y de ser posible a otros megas millonarios provocarían una reacción masiva a nivel mundial, que pondría fin a su instrumentación. 

Manuel, que conocía USA por haber viajado en varias ocasiones diseñó el aspecto operativo. BG y varios supermillonarios vivían en Medina, una ciudad a orillas del lago Washington, cerca de Bellevue en el estado del mismo nombre. En esa tarea organizativa Manuel había logrado contactarse en la red de anonimato Tor, con un pequeño grupo de norteamericanos disidentes que se reunían en la Librería City Lights de la Av. Columbus 261 en San Francisco. El que fuera lugar de reunión de la generación beatnik estaba en manos ahora de un sobrino de Ferlinghetti. Quien, más anarquista que su tío, al mando de un pequeño grupo de escritores y poetas de la zona de la Bahía estaba planificando atacar las oficinas centrales de Microsoft, también ubicadas en el estado norteño de Washington, más precisamente en Redmond, a unas millas de Medina. En sus conversaciones lo alertaron que era muy peligroso ingresar al Estado por Seattle ya que era el aeropuerto más vigilado de los Estados Unidos. Ellos lo harían por tren, a bordo del Coast Starlight, que cubre diariamente el servicio Los Ángeles-Seattle. La terminal ferroviaria estaba muy poco vigilada. Desde la ciudad por la ruta estatal 520 se llegaba sin dificultad tanto a Medina como a Redmond le dijeron los aliados yaquis. 

Los tres complotados argentinos decidieron hacer lo mismo, aunque el viaje demorara más. La única empresa que operaba con dos frecuencias semanales era Aerolíneas que solo llegaba a Miami o Nueva York por lo cual deberían combinar un vuelo desde Miami a San Francisco. Manuel quedó a cargo de adquirir los pasajes y alojamientos para la primera semana de septiembre. Una vez en Seattle, antes de emprender el viaje hacia Medina, la meca de los hiper millonarios, comprarían por internet los elementos necesarios para armar los explosivos. La gente de City Lights les habían dicho que era muy sencillo hacerlo, aún para los extranjeros sobre todo en una ciudad grande como la capital de Washington. Con el material listo viajarían en un vehículo alquilado, preferentemente una camioneta de buen porte, por la autopista hasta la ciudad de los hiper millonarios y darían el golpe mortal al Gran Reinicio. 

Estaban seguros de poder lograrlo, Walter insistía en que los Estados Unidos vivía una época de franca decadencia y que su sistema de defensa hacía agua. 
“Circulan locos armados por todas partes, matan gente con total impunidad en escuelas o recitales, se les llenó la Casa Blanca de manifestantes, y miren como huyeron de Kabul dejando abandonado todo el armamento. Están terminados.” Sostenía con insistencia.
El día antes de viajar no cabían en sí de la mezcla de emociones, alegría, ansiedad, orgullo, cargados de una gran energía que ninguno de los tres experimentaba desde hacía mucho tiempo. Se reunieron a cenar en la casa de Manuel, de donde saldrían a la mañana siguiente para Ezeiza. Revisaron la documentación. Todo estaba en orden. Los pasajes Buenos Aires-Miami para el martes siete de septiembre. La combinación en American Airlines Miami-San Francisco con escala en Los Ángeles. Una noche de hotel en el The Inn at Unión Square. Pasajes de tren San Francisco-Seattle para el ocho de septiembre. Dos noches en el Days Inn de esa ciudad. Alquiler de una camioneta en la Estación de trenes para el día nueve. Pasaportes al día. Tarjetas de crédito. Los certificados de vacunación que les había confeccionado un ex compañero de lucha en su imprenta de Wilde creyendo que los usarían para ir a restaurantes o salas teatrales. Dólares y los pequeños equipajes. 

Se acostaron temprano, al día siguiente debían madrugar, comenzaba el Operativo. El automóvil que habían contratado para ir al Aeropuerto estaba esperándolos en la puerta a las 7 de la mañana tal como lo habían convenido. Partieron rumbo a Ezeiza. Llegaron con tiempo para hacer los trámites de migraciones que se extendían mucho en función de los protocolos vigentes. Al acercarse al mostrador surgió un problema grave. El pasaje de Manuel estaba cancelado, sin fecha de reprogramación. Le dijeron que el día anterior habían enviado un mail informando la novedad. 

Él no lo había leído, no usaba su correo esos días para evitar ser rastreado. De acuerdo con las normas presidenciales vigentes, que fijaban un número diario de pasajeros autorizados para ingresar y salir del país, un sistema aleatorio determinaba quien podría viajar y quien no. Discutió, insultó, gritó, se descompuso, pero la situación era esa, inmodificable. Su pasaje estaba cancelado y no podía viajar. Le indicaron que se comunicara por teléfono a la empresa para buscar una solución. 

A las apuradas decidieron que Walter y Lorena viajaran y se encontrarían en Seattle cuando él pudiera llegar. Intentaría hacerlo vía Santiago de Chile les dijo. En el taxi que lo traía de vuelta a la ciudad, tomó conciencia que seguramente habían cancelado su pasaje y el de algunos pocos viajeros más porque no lo había comprado, sino que lo obtuvo por un cambio de millas del programa de pasajero frecuente. En realidad, estaba pasando un momento económico algo complicado y no disponía de dinero para viajar vía Santiago como les dijo a sus compañeros. Se perdería de participar en el acto heroico más importante del siglo XXI. Justo él que con ese Bill tenía un tema personal, “cuando te acostumbras a un sistema operativo el tipo saca una nueva versión y a volver a empezar y pagar, además ahora quiere que comamos carne artificial” pensó entre enojado y deprimido. “Pero nadie me va a quitar el orgullo de haber sido el cerebro organizador de la operación”, se consoló. 

Tras un vuelo tranquilo, Walter y Lorena arribaron al Aeropuerto de Miami. Deseaban hacer los trámites de migraciones rápido para no tener problemas con el vuelo a San Francisco. Desde allí se comunicarían con Manuel para saber cómo estaba organizando su viaje. Siguiendo las indicaciones de los carteles arribaron al lugar de migraciones que les correspondía. Por otras puertas aparecían grupos bulliciosos de pasajeros de un vuelo proveniente de Brasil. Se sumaron a una de las filas donde debían ubicarse los llegados de Sud América. Estaban parados detrás del resto, cuando fueron sorprendidos por varias personas vestidas con camperas oscuras. Uno de ellos les mostró una insignia que no llegaron a ver diciendo “¿Walter Gómez. Lorrena Brandán?”. 
Asintieron atemorizados. 
“You’re under arrest” anunció mirándolos fijo. 
El resto de los hombres, se abalanzaron sobre ellos, tomándolos de los brazos y casi a la rastra los condujeron rápidamente a una dependencia cercana. Les sorprendió que sus valijas ya estaban allí, abiertas y todas sus pertenencias desparramadas en el lugar. Minutos después una camioneta blindada seguida por varios vehículos del FBI salía del Aeropuerto con rumbo al 2030 SW 145th Ave, Miramar, Florida, llevando a dos terroristas argentinos a bordo.



📖Lee otro texto Miguel Ángel Acquesta (en Herederos del Kaos): Esperándola.




Miguel Ángel Acquesta. Nacido el 2 de junio de 1949 en Núñez. Licenciado en Psicología. Desarrolló carrera en los ámbitos judicial y universitario. Publicó numerosos artículos científicos y siete libros sobre Psicología del Desarrollo. Varios cuentos formaron parte de revistas literarias y antologías. Obtuvo menciones y premios en concursos literarios. Becario del Fondo Nacional de las Artes en Letras en 2018, produjo “Luces en la oscuridad. A 21 años de la masacre de Ramallo” -inédita. Publicó en 2021 el libro de cuentos “Relatos Urbanos” Editorial Vanadis. Buenos Aires y “Historias de Asfalto” mima editorial 2022. 

Photo by Markus Spiske on Unsplash (public domain).

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