¡NUNCA MÁS, NUNCA MÁS! (Tras la sombra de Edgar Allan Poe en Filadelfia) | Fotografías y texto: Rakar

El poeta es igual… Allá arriba en la altura…
Desterrado en el mundo concluyó la aventura:
¡sus alas de gigante no le sirven de nada!

El albatros, Charles Baudelaire


Un poeta llorará cuando todos ríen, y reirá cuando todos lloran. Escapará a los pensamientos gregarios, por muy de vanguardia que estos pudieran parecer en su momento. Y es que el alma sensible y poética rehuirá siempre de ese imaginario generalizado que nos hace comulgar con esas emociones de pacotilla envasadas para el consumo del cliché humano (lo que Sartre denominaba “lo inauténtico” o el lugar común). Su elemento vital será el cielo en donde planee su alto vuelo, aún así termine maltrecho en la cubierta de la vida, como El Albatros de Baudelaire, aquella ave de hermosas alas blancas que se precipita sobre un navío de marineros infames e indolentes. 

En lo que concierne a sus viajes por países, ciudades, y otros parajes que la vida le depara, será lo mismo para este viajero alado caído en desgracia. La sensación predominante será la del spleen, la melancolía, o la del condenado a ser diferente desde la cuna al osario. En esa línea, y consecuentemente, eludirá todos aquellos sitios que la multitud glorifica; no soportará las aglomeraciones de la muchedumbre para ver el lugar histórico representativo, la exposición de moda, el festival de turno, o bien al grupo musical deificado por las masas en los templos de lo profano. Debo confesar, abiertamente, que siempre me he sentido de este modo, y mi vida ha transcurrido en las antípodas de todo lo que huela a oficial, manido, o encandile con los falsos relumbrones de las luminarias.

Filadelfia, ciudad fundacional de los Estados Unidos en donde se firmó la Declaración de Independencia y su Constitución, es una ciudad interesante a los ojos de cualquier viajero por sus diferentes atracciones históricas y culturales. Sin embargo, desde el primer viaje que realicé a esta gran ciudad, en absoluto me interesaron aquellos lugares típicos profusamente recomendados por los gurúes del turismo: El Salón de la Independencia, La Campana de la Libertad (con su famosa fractura), La Plataforma de Observación del Ayuntamiento o el gran Rascacielos One Liberty Place (edificios que ofrecen la vista panorámica de toda la ciudad), El Museo de Arte de Filadelfia (que en su interior alberga las grandes obras de la pintura y, extramuros, al mismísimo Rocky Balboa inmortalizado en su ramplona estatua al pie de una inmensa escalinata), y un sinnúmero de otras atracciones. 

Para el asombro de mis anfitriones, mis primeras incursiones en esta ciudad, fueron los cementerios oficiales (como el Cedar Hill Cemetery), y preferentemente abandonados (como el Mount Moriah), lugares al que a nadie se le ocurriría ir un domingo por la tarde cubierto de bruma (la paz que encontraría en medio de tumbas derruidas, sólo puedo compararla con la tranquilidad que experimenté fotografiando en algunos camposantos en aldeas olvidadas de Chile y de México). 


Cedar Hill Cemetery.

Mount Moriah Cemetery.

Cedar Hill Cemetery.


En otro de mis viajes, me interesé por conocer La Penitenciaría del Estado del Este, una de las más importantes en la historiografía penitenciaria. Funcionó desde 1829 a 1971, y aquí vivieron sus días de encierro algunos célebres criminales, entre ellos Al Capone. La importancia de esta gran prisión es que fue modelo para más de 300 cárceles en el mundo. Estableció el régimen penitenciario filadélfico (o celular) propuesto por el reformador inglés John Howard, quien, movido por ideales humanistas, ponía el énfasis en la penitencia con ayunos y privaciones al estilo monástico, más que en el castigo. En este sistema el recluso se encontraba aislado las 24 horas del día, y la prisión -nos dirá Foucault- “será al mismo tiempo una máquina de modificar los espíritus”. Las ideas de Howard en materia de infraestructura carcelaria, tendrán su corolario obligado en el Panóptico (ideado por el filósofo utilitarista inglés Jeremy Bentham), ampliamente analizado por el pensador francés en Vigilar y Castigar, y que será el modelo arquitectónico extrapolado e implementado por las sociedades disciplinarias con sus nuevas tecnologías de la observación que nos limitan y nos controlan.


Eastern State Penitentiary.

Eastern State Penitentiary.

Eastern State Penitentiary.


Debo señalar, como anécdota, que después de conocer esta imponente Prisión, me encontré “casualmente” con 19 Crímenes, uno de los famosos vinos estadounidenses que se vende en Filadelfia y que está dedicado a los primeros convictos ingleses a quienes le conmutaban la pena de la horca por el destierro a la colonia británica de Australia, que por entonces era un territorio inhóspito ideal para establecer instituciones punitivas y penitenciarias. Esta práctica se extendió entre los años 1787 y 1868, y muchos de los deportados , incluyendo niños y mujeres, murieron en ominosos trabajos forzados. En cada una de sus etiquetas, este vino lleva impreso el rostro y la historia de algunos famosos presidiarios. En Chile, país conservador, gazmoño y clasista por antonomasia, jamás un empresario vitivinícola se atrevería a usar imágenes semejantes para ilustrar sus variedades.

Por otra parte, las locaciones de la Penitenciaría del Estado del Este, han sido utilizadas en diferentes oportunidades por la industria cinematográfica. Fueron rodadas aquí las escenas del manicomio en el filme 12 Monos de Terry Guilliam (1995). La misma ciudad de Filadelfia, en su conjunto, ha atraído también la mirada de otros cineastas que eligieron sus paisajes, sus amplias calles o sus vetustas casas, como escenario de alguna de sus películas: Philadelphia (1993); Sexto Sentido (1999), por citar sólo las más conocidas.

En esta ciudad, llamada paradojalmente la Ciudad del Amor Fraternal (paradojalmente, digo, pues en los vagones de SEPTA nadie pareciera condolerse lo más mínimo ante los numerosos homeless e infortunados adictos que suben y descienden en cada estación), sobrevive aún una de las casas en que habitara temporalmente Edgar Allan Poe (de 1843 a 1844), ese otro desdichado ilustre para quien su propio país fue “una vasta cárcel”, al decir de Baudelaire. Emplazada en el vecindario Spring Garden, en el 532 North 7th Street, se encuentra hoy convertida en un pequeño museo. En el transcurso de esta pasantía quise conocerla, pero desafortunadamente se encontraba cerrada al público y sólo pude hacer algunas fotografías extramuros.

Frontis de la Casa de Poe convertida en Museo.

La casa original en donde vivió Poe entre 1843 y 1844, corresponde al costado izquierdo.  (El edificio contiguo, atrás de la estatua del cuervo, fue construido posteriormente).

Poe vivió en Filadelfia durante seis años (entre 1838 y 1844). Venía de Nueva York acompañado de su prima-esposa Virginia Clemm (con quien se había casado en 1836, cuando ella tenía 13 años y él 27), y de su tía-suegra María Poe Clemm, que siempre constituyó un apoyo para ambos. Fue aquí en donde el escritor desarrolló todo su talento y escribió sus relatos más notables. El primer año publica su única novela, La Narración de Arthur Gordon Pym, con escaso éxito. Dos años más tarde, trabaja para la Graham’s Magazine, una revista decimonónica que atrajo la atención de escritores destacados. En sus páginas -y ya en el cargo de editor- ejercerá la crítica aguda e implacable. En 1840 publica Cuentos de lo grotesco y lo arabesco; en 1841 Los Crímenes de la calle Morgue (primer relato detectivesco en la historia de la literatura). Le sucederán El escarabajo de oro y El gato negro en 1843. Estas publicaciones y los ingresos en la revista aliviarán en parte su menoscabada situación económica. En tanto, El cuervo y otros poemas, escrito en esta misma ciudad, no será publicado hasta 1845.

Mural emplazado a unos metros de la casa del escritor.

Así pues, en Filadelfia, Poe consagra una merecida reputación de poeta, narrador y acerbo crítico literario. Sin embargo, en ella también arrecian sus enormes dificultades para procurarse el sustento. El deterioro en la salud de su joven esposa (que padecía de tuberculosis) y su posterior deceso en 1847, devastan la vida del escritor, quien se hunde en el alcohol, las drogas y la depresión, de la cual sólo lo liberará su muerte acaecida en Baltimore dos años después.

Todo el esfuerzo espiritual de Poe, no obtuvo los frutos que su alma esperaba y, como aquel albatros infortunado, sus alas de gigante literario de nada le valieron en un entorno a ras de tierra, porque él fue “creado para respirar en un mundo más elevado” (nos dirá Baudelaire en su Prefacio a Narraciones Extraordinarias), y porque estaba destinado a esplender como el relámpago sobre aguas estancadas y turbias. Y es que toda su vida estuvo encaminada a oponerse a ese estado de cosas que oprimen al creador infuso, aquel que nace marcado para padecer la hostilidad de su país, los sentimientos innobles y la ojeriza de sus contemporáneos. No es casual que el pensador venezolano Ludovico Silva, considere acertadamente a Poe como “la primera víctima de la revolución industrial” y “el primer genuino representante de la contracultura” en una sociedad utilitarista.


Celda en La Penitenciaría del Estado del Este. 

A pocos días de abandonar Filadelfia, pienso en el hilo invisible que une de manera misteriosa los sitios que concitaron mi interés en esta ciudad: el Cedar Hill Cemetery (en donde quizás reposarían los restos de Poe de haber permanecido por más tiempo en este lugar). La Penitenciaría del Estado del Este, ese laberinto sobrecogedor en donde miles de hombres padecieron castigos en su cuerpo y en su alma, sobrellevando la prisión afuera y en sus adentros. Lo mismo que esa “vasta cárcel” que significó Norteamérica para Poe (y Francia para Baudelaire), y que sólo algunos seres experimentan de por vida, como si ningún lugar les acogiera, como si ningún canto de sirena pudiera consolarles (patria, ideología, familia, erotismo, mujer). Y, por último, los nichos y sepulcros del cementerio abandonado de Mount Moriah, que me revelan silenciosos, como páginas arrancadas del Eclesiastés: “Vanitas Vanitatum”, que todo es vanidad, que “todo está hecho de polvo y todo se tornará en polvo”, que la muerte acecha en Filadelfia, en cualquier aldea de México o de Chile, o en el lugar donde estemos, y que a pesar de la ventaja que ella nos ofrece, llegará de todas formas primero, a encontrarnos, a reducirnos -de manera inexorable- a esa nada que somos.

Cementerio abandonado de Mount Moriah.

Ante la pregunta (casi suplicante) del soñador atormentado, de si habrá algún bálsamo para su vida, un consuelo que alivie su alma de los abrojos de esta tierra, la respuesta del cuervo de Poe resuena machacando una y otra vez en mis oídos, cual lapidaria sentencia: “¡Nunca más!”… “¡Nunca más!”… para la estirpe de los desconsolados, esa raza maldita de cuya sombra jamás podré liberarme, y a la que también pertenezco desde siempre.








Ramón Ángel Acevedo Arce (Rakar). Fotógrafo documental, cronista y editor chileno. Ha realizado documentales fotográficos en Chile y México, y obtenido numerosas becas institucionales de ambos países (Fondart, Ford Motor Company, Fonca, Amexcid, Museo Leonora Carrington). 
Ha publicado los siguientes Fotolibros: 
-“Retratos (des)de la Locura: Hospitales Mentales de Chile” (2017).
-La Locura de Artaud-Van Gogh (2010).
-El Viaje de Rakar: Travesía por 67 Pueblos Olvidados de la 5ª región de Chile” (2006).
En el ámbito literario ha obtenido los siguientes reconocimientos:
-2020: Ganador categoría de narrativa en Hispanic Culture Review edición 2019-2020 (Vol. #26, Universidad George Mason, Virginia). 
-2018: Poema finalista y mención de calidad en X Certamen internacional de Poesía Fantástica miNatura (San Juan de Moró, ESPAÑA, 2018). 
-1er Premio Fotografía (Hispanic Culture Review, George Mason University, USA., 2016-2017 Vol. 23).
-Accésit Primer Concurso de Aforismos Ojos Verdes Ediciones (Alicante, ESPAÑA, 2016).
- Sus crónicas han sido publicadas y/o premiadas en diferentes revistas internacionales: Awen #9 (Venezuela, 2020) / Revista Mexicana de Comunicación #145 (enero-junio de 2020) / Flotante Mag, Edición 7 (Acapulco, México, 2017) / Furman217 #2 (Universidad de Vanderbilt, Nashville, Tenesse, USA.)
-Corresponsal en Chile de Revista Cultural Palabra (Ensenada, Baja California, México).
-Coeditor en el sello editorial Akén la luz de lo invisible Ediciones (CHILE). WEB - BLOG - FACEBOOK.

📝Lee otro fotoreportaje de Rakar (en Herederos del Kaos): Surrealismo y locura: El descenso a los infiernos de Antonin Artaud y Leonora Carrington. 

Fotografías y texto (exceptuando 19 Crímenes) son obra de Ramón Ángel Acevedo Arce (Rakar), Filadelfia, enero 13 de 2022. © Texto e imagenes no puede reproducirse ni archivarse sin la autorización del autor.

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