Comunidad Wabi Sabi: La imperfección de la vida


La comunidad Wabi Sabi se desarrolla para clarificar los géneros literarios japoneses, el respeto a la cultura y entender su integralidad. Posterior volver a nuestras raíces Iberoamericanas, a mirar a nuestros pueblos originarios; y, a apropiarnos de nuestras letras y avanzar. El término Wabi Sabi es ambiguo. Se compone de dos kanjis. Se podría traducir al español como la "imperfección de la vida". En la Comunidad todo es posible que pueda pasar. SG. Chacon. 


SANDRA GALARZA CHACON. Quito – Ecuador, agosto 1977. Abogada, escritora, artesana, voluntaria y defensora de los Derechos Humanos, con énfasis en los derechos de la mujer. En la actualidad es gestor cultural del Grupo Literario Wabi Sabi. Escribe por el mismo motivo que han escrito todos durante tantos siglos, provocar la lectura en otros.


Tatuaje 

No se vive el duelo solo con la muerte,
también con la vida. 
Uno mismo se marca en el corazón
tatuajes eternos.

Somos exactos para encapsular el dolor.
Si alguien pregunta ¿te duele?
Respondes: ─ ¡No!
Mentira, en el fondo no duele, quema.

Lo valioso sería decir la verdad
Que uno está loco y emberrinchado,
hastiado y eclipsado con la sombra 
de alguien que se fue.

Los tatuajes de la piel se borran,
los del corazón, si es que cicatrizan,
los reaviva la palabra del ser amado 
o se hacen cenizas por el insulto al ser odiado.

A veces quisiera ser el láser
que eliminara los pasos de tu transitar,
Maldita la hora en que tu nombre
marqué en mi espalda.

 


LUIS JOSÉ ANTONIO MARTÍNEZ GONZÁLEZ es profesor de lengua española y sus derivados tales como talleres de redacción académica, de escritura creativa y hasta de guiones para obras con títeres. También es fotógrafo, redactor de contenidos web, corrector de estilo, editor de una revista y padre. Escribe narrativa y poesía para conjurar la catarsis que definieran los griegos muchos siglos antes de que los cristianos les callaran la boca. En la actualidad se encuentra residenciado en Colombia después de vivir en Quito durante poco más de cinco años y de haber nacido y crecido en una Venezuela que desapareció. Miembro activo de la Comunidad Wabi Sabi. En internet aparece con su alias preferido @luis_marte79 


Titiritero

“Solo colocao se calma este dolor
que tanto agobia mi cuerpo terrenal”
La Polla Records.

a veces solo son ganas de comer, sin hambre, otras, antojo de lo que no puedo comer, por asuntos de presupuesto o de disponibilidad, trato de no pensar en ello, pero la alarma insiste, aunque al principio pueda ser tolerable, al final termina por tomar fuerza y hacerme pensar únicamente en lo que siento, en lo que deseo, en lo que no puedo conseguir, eso me ubica en un aquí y ahora sin opciones inmediatas sensatas, vas a la cocina y revisas sin esperanza los tramos que permanecen exactos, quizá alguna hormiga perdida en el camino, miras el móvil, no hay amigos para quejarte, mucho menos para pedirles tiempo prestado, apenas te distraes. Entonces comienza a escalar el dolor en la cabeza, una leve punzada con ritmo de oleaje suave que va y viene y se queda titilando, sales para distraerte con facilidad, te diriges hacia las calles más transitadas y vas dando lentas vueltas, buscas detalles en los qué fijarte, unas piernas bien esculpidas, sin trampas, unos labios que esconden secretos burdos para la mayoría pero intensos para su carcelera, una cabellera distinta, nada de moda, cuidada, hace pasar casi desapercibido un cuello blanco, alargado, lamible, un bus se cruza y la pierdes de vista, notas sobre la acera de enfrente un indigente recostado cual modelo y te parece que tiene más peso que tú, solo está ahí, pide limosna y aunque a cada segundo pareciera no recibir nada, porque nadie se detiene más de ese tiempo a mirarlo, en realidad día a día reúne con tranquilidad lo que le alcanza para drogarse, sacas cuenta del porcentaje de la población versus callejeros y te das cuenta de que las almas caritativas alimentan con las tres comidas a estos seres obnubilados, de ahí que su talla sea mayor a la tuya, por lo que el sucio acumulado en capas sobre la piel, la almohada del asfalto caliente, la falta de aseo en años, las palizas recibidas algunas noches por otros sujetos sin razón, el abandono de cualquier tipo de lucidez que no sea para sobrevivir es apenas una parte del pago, también está el desespero, cuando por ejemplo el cuerpo exige su dosis pero el proveedor se niega, solo por molestarte, y te manda a kilómetros con otro yerbero, las ferreterías están cerradas y no hay pega para oler, podría resultar una noche infinita, peligrosa, fumar ya no provoca nada, te resulta imposible llegar al otro lado de la acera solo para una inyección, la aguja, esa sí que te mueve, aleja el dolor de las muelas podridas, el ardor del pene contaminado, el extravío de no saber qué haces aquí ni para qué ni hasta cuándo, solo en medio de la multitud, o ni tan en medio, a tres cuadras del centro, y aquel otro que baila, espera, no, no baila, tiene un trance, pero, pero no de aquel que viste cuando niño con los brujos que visitaba tu mamá, no, este hombre está de pie, de pie en mitad de la calle, lleva abrigo grueso, grueso, parece recién levantado, son las dos de la tarde, la temperatura es de 28 grados, al principio su temblor semejaba una masturbación en medio de la calle, en medio de la calle las chicas bonitas se exhiben a esta hora en la ciudad, por la noche ya no pueden hacerlo gracias a los toques de queda que trajo la pandemia, miras al hombre y tiene los pies como unos viejos zapatos desgastados, negros, sus manos están torcidas, no se masturba evidentemente, el abrigo lo vuelve otra vez grueso, tupido, su piel es café oscuro, su cabello tiene tres meses de haber sido rasurado, su boca derrama espuma verdosa y es cuando llegas a sus ojos, no están donde deberían estar, en las cuencas hay dos globos oculares que miran hacia adentro, a ti te miran en blanco, quizá a eso se deba su tembladera, quién no se estremece de mirarse fijamente a sí, parece que quisiera dar un paso, moverse, terminar de cruzar a algún lugar, pero no puede, tiembla, tiembla, tiembla y no se mueve, se mira y no puede hacer nada con lo que ve, tal vez abusó, aún no has llegado a ese nivel, será porque queda algo de miedo que te lo impide, pero nunca sabes cuándo te puedan camuflar esa droga entre lo que compras, quizá quite el hambre, como te dijeron la primera vez que te vieron ahí, sentado sin hacer nada, con la mirada perdida en la calle, tratando de distraerte, cuando pasaron días con sus noches enteras, no hizo falta contarlas, solo mirabas mientras el hambre te domesticaba y se alimentaba con tus neuronas, asentiste cuando te ofrecieron olvidarla por unos pocos pesos, y después hubo que buscar esos nuevos pesos por un poco más de calma, al fin cuando volviste a entender algo te pedían ser probador de las nuevas mezclas, así que aceptaste de nuevo y subiste a las agujas, quizá a aquel negro lo hayan ascendido y algo salió mal, nunca se sabe, ahora alguien pone un sánduche en tu mano y te bendice, agradeces y comes con tranquilidad sin importarte que aquel otro hombre que parece un desempleado entre miles te observe y suspire al pensar que tienes más peso que él. Esta noche verás a los fantasmas llegar por ti, y por él. @luis_marte79



ALSINO RAMÍREZ CAÑAR. Nace en 1965 en la ciudad de Guayaquil, Ecuador. Es ingeniero de profesión, gestor cultural y poeta. Es el creador y director de la “Asociación Cultural Aurora” dedicada a la difusión del trabajo de la poeta Aurora Estrada de Ramírez y de la cantautora guayaquileña Aurora Ramírez Góngora. Tiene un poemario registrado en el IEPI “El Hombre Fragmentado” y dos más por registrarse, ha incursionado en las artes plásticas como acuarelista. Desde junio de 2021 es miembro activo de la Comunidad Wabi – Sabi.


Un corte en la sien no serviría,
lo oscuro e invencible reside en los pájaros que gritan dentro,
ellos buscan fuego y poemas,
ellos parten en la víspera del despertar.

¿Por qué lloran los pájaros con mis ojos?
Aquí dejé mi ciudad, aquí mi calle que respiraba pan caduco,
aquí mi memoria era el ave que me sigue afligiendo,
ahora el espacio es enorme y hay hierba antigua como si nunca
hubiera existido la piedra que mordió mi pie desnudo,
aquí estaban el amor y la tristeza de ser,
aquí estaban la humedad y la sombra de los zaguanes donde 
cientos de ojos miraron desnudos y cientos de labios besaron 
la incertidumbre.

Mi pueblo se ha ido,
los lápices que me hicieron han muerto,
la verdad de la soledad no es la ausencia de las máscaras
es el silencio de las plumas que alguna vez treparon hasta el llanto
de los hombres abandonados por su Dios,
sé que las aves siempre aúllan en mi interior.



JAMES GÓMEZ MURILLO. Palestina Caldas, diciembre de 1975. Curso estudios de filosofía y teología en el Seminario mayor de Nuestra Señora del Rosario en Manizales y licenciado en Derecho canónico por la Universalidad de San Dámaso en Madrid, España. Autor de “Entre sombra y luz”, en Palestina en su poesía, Antología poética 1999. Tiempo de la palabra, voces de la aldea, antología poética 2004. Una antorcha en las tinieblas, antología de poetas caldenses. Miembro activo de la Comunidad Wabi Sabi.


Pensar en ti
bajo la sombra de un árbol
sentir la densidad del tiempo
en el calor, la lluvia, el viento.
Esperar el fruto del árbol
que es también mi alma
para luego ser otoño
invierno 
silencio
de nuevo tierra.


Encontrar un pajarito en el bosque
en el atardecer
llevarlo a casa para curarlo.
Escuchar su trino
durante cuatro años
y cuando descifre su lenguaje 
abrir la ventana
y al despliegue de sus alas
llorar todo el azul.

 

Photo by Dale Scogings on Unsplash (public domain).


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