«Capitalismo y Cine: la lucha por la financiación», un ensayo de Matias German Rodriguez Romero

El dinero maneja al mundo, eso es una verdad universal. Se suele decir que “por la plata baila el mono”, y si bien esto es causal de extensos debates sobre lo que significa realmente “venderse” a la hora de hacer arte, es verdad que los artistas deben empezar a evaluar las cuestiones monetarias en caso de querer vivir de ello.
Claro que siempre está la otra posibilidad, la de ser un artista completamente independiente, no buscar financiamiento y autoproducirse. Muchos eligen esa ruta, por falta de posibilidades o por propia voluntad de mantenerse al margen. Y si bien eso es una buena idea, no siempre es una posibilidad; y en determinados artes, eso es directamente imposible.
“para pintar, escribir, componer una partitura, no es necesario disponer de un capital, las cuestiones financieras se plantean después de terminado el trabajo, cuando se piensa en el público. Pero no existe cine sin dinero: la más modesta realización supone un gasto mínimo, imposible de reducir, para alquilar los aparatos, comprar la película y disponer el laboratorio. En cuanto un equipo ha terminado de escribir su argumento, debe lanzarse en búsqueda de un socio capitalista.” (Sorlin, 1985, p. 72)
Es interesante la relación que existe entre el capitalismo liberal y el cine. No solamente es el fenómeno de masas y el arte por excelencia que lo representa, sino que nacieron casi al mismo tiempo, siendo el séptimo arte el producto natural de la evolución tecnológica que produjo la industrialización. Casi al mismo tiempo, la sociología está empezando a dar sus primeros pasos; y desde ese momento ya existían pensadores de esta disciplina que cuestionan sobre el impacto social de este arte. La simbiosis entre el capitalismo y el cine es enorme, como también es la dependencia del segundo del primero.
Producir cine es mucho más caro que cualquier otro arte, esto es algo asumido. Esto es algo que obliga muchas veces a los creadores, a tener que negociar ciertos acuerdos con los que no necesariamente tienen que estar de acuerdo, y también condena a ciertas producciones creativas a nunca ver la luz, ya sea que, por sus temáticas, por sus creadores o por una combinación de estas. Como consecuencia natural de ello, también ha dado lugar a prácticas para procurarse su financiación. 
“El cine comercial se concibe como producción costosa; la manera que pone en acción sus recursos expresivos está condicionada, por su margen financiero. (...) El Estado ocupa un lugar esencial: tan sólo su intervención permite mantener en actividad una industria que sin esta ayuda habría de modificar enteramente sus condiciones de funcionamiento.” (Sorlin, 1985, p. 73).

En muchos países esto se canaliza a través de mecanismos propios del estado de financiación de proyectos en base a premisas requeridas para su apoyo económico, de dos maneras: o a través de exenciones impositivas (como es el caso de EEUU) o a través de financiamiento directo de proyectos (como es el caso del INCAA, en la Argentina). Y dentro de cualquiera de estas, se genera una problemática: procurar fondos del Estado limita o reduce las representaciones negativas que se puedan tener del mismo. 
Aprovechare para desmontar un mito urbano: no existe ningún tipo de incentivo económico para representación de la bandera estadounidense en las películas. Esto es algo que yo creía hasta el momento en el que comencé a escribir este trabajo, pero no he encontrado a la fecha o una ley o una reglamentación que lo establezca; sino vagas referencias al Código Hays y a la ley de representación de la bandera. Lo que sí existe es un área específica dentro del pentágono que promueve la financiación por parte de la armada estadounidense de películas que los representen, bajo la premisa de que los guiones deben ser leídos y aprobados por este. Asimismo, vale la pena comentar que en la Argentina se quiso impulsar una modificación a la ley de financiamiento cinematográfico con este objetivo sin éxito.
He ahí el problema. Al dejar librado la representación cinematográfica aprobaciones sujetas a productoras, Estados o inversores privados, nos encontramos el limitante natural del cine a la hora de representar cuestiones controvertidas. Y si bien la digitalización y el acceso a cámaras permite una masificación del fenómeno de creación de contenido audiovisual, la película (como elemento material) sigue siendo demasiado costosa para que cualquier persona pueda generar contenido de acceso al público en general. 

“Un presupuesto elevado es una de las características del cine comercial, el aspecto que más inmediatamente lo distingue del cine no comercial y de la televisión” (Sorlin, 1985, p. 73); podríamos incluir hoy el contenido redes y en YouTube, que es una realidad que vale la pena analizar en algún momento. 
Sino que se nos presenta las pantallas enormes, las películas que se deciden presentar en cartelera, las películas que se deciden ser premiadas Incluso en los premios más independientes, y la primera cosa que te recomiende Netflix, está atravesada por la cuestión de la financiación. Es por eso que es tan importante el presupuesto de una película, tanto en producción como en marketing. Y también es por eso que es importante a qué productores decidimos apostar con nuestra entrada.

Si algo pretende este trabajo es promover un consumo crítico. Ser conscientes de la relación que corona este texto, cuya importancia muchas veces subestimamos, es un paso positivo respecto a este objetivo. Ser conscientes de las estrategias de financiación y de marketing que tienen las producciones, es básico a la hora de analizar un producto cinematográfico, más hoy en día, en dónde las tácticas que se utilizarán no necesariamente van serán éticas o morales. 
Hemos visto de todo: marketing diseñado para inflamar, propuesta cinematográficas vacías apostando a nostalgia, venta de discursos políticos demasiado simplificados, apelación a la sentimentalidad historia nuestra relación con ciertas producciones a conceptos o pensamientos, todo para que paguemos una entrada, o hoy en día, un servicio de suscripción. Eso es así desde Méliès, Edison y Lumiere… ser conscientes de ello, ese es el objetivo que busco con cada una de mis propuestas de análisis cinematográfico. 




Matias German Rodriguez RomeroSorlin, P. (1985). Sociología del cine: la apertura para la historia del mañana (1st ed., pp. 72-81). Fondo de Cultura Económica.
Estudiante de Abogacía en la Universidad Nacional de San Juan, activista voluntario y escritor de la Provincia de San Juan, en la República Argentina. Ha publicado escritos cortos de ficción y no ficción en varias revistas y antologías. Becario Interno de Investigación CICTCA, bajo la temática “Cine y apología del delito: la protección del Estado en Argentina, 1914-1955". San Juan, Argentina. Correo electrónico: rodriguezmatiasgerman@gmail.com. 

Ilustraciones: la imagen de portada ha sido remitida por el autor de la obra.

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