Entrevista a Nicolás Correa – Cobertura Silvana Riggio


Una heroína que vuelve de la guerra | Karina Ocampo 

Fotografía: Silvana Riggio

En su libro “Heroína”, el escritor Nicolás Correa cuenta una historia de amor trágica y es políticamente incorrecto con temas que todavía hoy causan polémica: transición de género y lo simbólico del legado de Malvinas. Entrevista de Karina Ocampo. Fotografías de Silvana Riggio.

Desde la tapa un soldado, labios pintados, ojos delineados, mira hacia la cámara, desafiante. El barro del casco remite a una guerra metafórica y literal: Heroína, la guerra gaucha (Kintsugi Editora) es el título de la novela de Nicolás Correa que eligió a Malvinas como contexto para desarrollar una historia que ya tenía vida propia pero que implicó un proceso de siete años y tres reescrituras hasta encontrar una voz y una verosimilitud que lo terminaran de enamorar. La protagonista apareció como una primera persona potente. La “princess” es una trans “arrasadora y verborrágica” que juega con la línea de tiempo en un espacio en el que todo parece detenerse; habla de un amor por el que entregó el culo y las ilusiones, narra su pasado, porque al hacerlo, también se reconstruye como quiere. Así nos convierte a nosotros en testigos de su declaración, jueces de su propio testimonio. En las referencias a El Matadero y La Guerra Gaucha, libros fundacionales de Echeverría y Lugones se ubica el gen violento de nuestra nación que el autor de Heroína recrea en una obra contemporánea que no evade los efectos de los cambios sociales en nuestro imaginario.

Nicolás Correa nació en el 83 y creció en el barrio de Morón. Lector infatigable, la carrera de Letras le abrió la puerta de nuevos autores y una agudeza para leer a los clásicos que le permitió abordarlos con mirada crítica. Durante años escribió en la revista Oliverio, tenía 20 y era el reseñador, por entonces trabajaba en una fábrica de Caseros y una vez por semana viajaba hasta hasta San Telmo para buscar los libros que le daba una editorial. Después pasó a coordinar una revista propia, hizo programas de radio y escribió, escribió mucho. Así llegaron los libros. Siempre desde los nichos, donde parece sentirse más cómodo, sin la presión de los grandes medios. La saga de la Trinidad de la Antigua Serpiente, que arrancó con Súcubo, a la que le siguió Íncubo, y culminará con el Señor de las moscas, bordea el terror rioplatense. Además se involucra con una búsqueda estética profunda en su libro de poesía Virgencita de los muertos. Su trabajo no termina en los libros que escribe, también es editor de una colección de poesía.

Frente a la ausencia de un café que jamás llegará, en un bar oscuro, durante una tarde calurosa de verano, Nicolás cuenta que la novela tuvo su origen en un cuento a pedido de una revista española.

—¿Cómo fue ese proceso, de cuento a novela?

-El pedido era una imagen, un travesti con un casco, nada más. Pero a su vez estaba trabajando y ya había un travesti pero no tenía esta problemática de ser un soldado, esa utilización medio icónica de la hombría y de la guerra. Lo primero que salió fue el contenido, se desenvolvió rápido pero la forma no me gustaba. Lo dejé estar, lo reescribí. En esa segunda escritura el argumento estaba más sostenido y había encontrado la historia de amor, aparecía fuerte, sin embargo, la respiración del texto seguía siendo rara. Encontré una voz bien sostenida que no tenía relatos enmarcados de los cuales agarrarse. La tercera escritura fue la más traumática en ese sentido, sentí que la voz había llegado a depurarse y a tener más proyección.

-¿Eso tuvo que ver con algún cambio en vos?

-En 2014 la discusión sobre las cuestiones de género o las disidencias genéricas avanzaron muy rápido y hubo un empezar a deconstruir al personaje, porque viene escrito desde un heteronormativo, ¿cómo hacer que la voz del personaje sea lo suficientemente original y no se note la mano del autor? Tenía que separarme y generarle una subjetividad profunda al personaje. En la primera versión se volvía muy grotesco, paródico. En la segunda, encontré la tragedia y me di cuenta de que había mucho dolor detrás de las risas enmascaradas. La historia de amor me ayudó a darle una perspectiva distinta. En la tercera reescritura se fueron las marcas estructurales de tiempos, cronológicas, salieron los saltos temporales. Es un personaje que todo el tiempo mira ese pasado, lo espectaculariza, hasta cierto punto. Heroína nos engaña un poco, cambia las historias. “A mí me hubiese gustado que fuera así pero no”. También me llevó a pensar en cuestiones personales. Hubo cierta sinergia sobre las cuestiones genéricas, sobre lo dado. Muchas cuestiones que uno las piensa a la hora de ser padre y entablar la relación del deber ser con “le hije”.

-¿Qué diferencias notaste en la sociedad con esas cuestiones de género desde que empezaste a escribirla hasta ahora.

-El último giro podría pensarse que fue sobre sí mismo, porque ya tiene su propio aliento. Pero sí es algo que nos pasa como clima de época a todos y más que nada a los hétero-Cis, y los que venimos de familias más patriarcales, el proceso de deconstrucción es muy fuerte y uno puede hacerse el sordo o entregarse, y para mí entregarse es lo mejor, me parece super nutritivo pero eso lo pienso yo como ser humano, social, pero eso está en el clima de época del libro.

-Lo situaste en Malvinas, no habías nacido cuando sucedió, ¿cuál era tu conexión con esa guerra?

-De alguna manera todas estas tragedias sociales están en la rémora, supongo que las mamamos desde el minuto de la concepción. Vi el después, ciertos discursos sociales que caían sobre el ex combatiente, como el de la locura, que es muy frecuente. El sentido común lo decía, que se había dedicado al alcohol por eso, que nunca había encontrado trabajo, que siempre hablaba de lo mismo y hablaba con los ex compañeros. Los veteranos muertos. Eso lo vi en los efectos de los 80, una vez restablecida la democracia. Intuyo, las primeras deudas eran otras, ubicar cuerpos, y Malvinas quedaba en el final del eslabón de la cadena. Era como la frutilla del postre tortuoso. Y durante los 90 más, la profundización de la crisis del ex combatiente que no tenía asilo en ningún lado, cupo laboral, una pensión paupérrima como hoy vuelve a tener una pensión bajísima. Veía los efectos.

-¿Analizaste películas, libros? Imagino que Los Pichiciegos fue un ícono.

-Leí Los Pichiciegos hace mucho tiempo, para la facultad, Las Islas de Carlos Gamerro, Dos veces junio, de Martín Kohan, pero sin duda Los Pichiciegos y Las Islas, reflejan la historia de Malvinas. En Heroína pasan otras cosas, tal vez la cuestión de género está más fuerte, por eso digo que Malvinas es un marco, es una de las tragedias de este personaje, porque la tragedia no es sólo Malvinas, es ser puto, y cómo cuento esta cosa que me pasa por el cuerpo, este deseo que tengo. Y que no tengo un contexto para contar, y siendo un niño de una familia típica opresiva, super patriarcal, ni en la guerra, ni con los compañeros, subalternizado por todo tipo de situaciones, se lo llama “marica”, el personaje nunca encuentra un lugar donde estar.

-Nunca es feliz.

-No, o lo es con muy poco, y todas las historias que tiene para contar son trágicas, amoríos perdidos, me parecía que la gesta excedía la guerra, termina siendo una historia de amor, un tema universal.

-Una historia de desamor que son las que más nos gustan.

-Es la historia de las abuelas que se enganchan con estas tragedias amorosas, de las 3 de la tarde, solo que acá algún estereotipo está corrido. Es un melodrama.

-También te encontraste con algo de rechazo.

-Los travestis o los trans piensan en el sujeto desde el cual se escribe la perspectiva. “Bueno, vos no tenés ninguna marginalidad, no sos el subalterno de nada”. Sos un blanco heteronormativo escribiendo de tu posición tranquila, sin preguntas en el culo. Me llevó a profundizar ese punto de vista desde el que escribía, no podía salir ileso de todo esto. Por el otro lado, hubo ex combatientes enojados por lo que yo estaba escribiendo, más que nada por la tapa, no por el texto en sí. El texto no habla de eso. Un puto en Malvinas es como el motivo nacional. Te hace pensar en que por algo estamos en la instancia en donde estamos, gobernados por el presidente que nos gobierna y las diatribas políticas siguen siendo la mismas, cambiando las figuras. Leyes como la del Matrimonio igualitario fueron superadoras, genial que se pudieran casar y legalizar un montón de cosas pero gran parte de la sociedad sigue rechazando a estos actores sociales, la ley avanzó y las prácticas sociales no. Todo lo que tiene que ver con estas rupturas del cuerpo habla un montón del deseo y me parece que en ese punto volver a construir a caballo
del deseo es lo que nos puede flexibilizar más. Responder a esos deseos, dejar de reprimirlos. Dejar de responder con las estructuras super patriarcales que hay. Es lindo pensarlo, es algo utópico.

-A su vez, la repercusión entre los colegas y periodistas fue positiva. (Antes de la presentación en Mercedes, donde ahora vive el autor, circuló un posteo en Facebook con fotos de su hija, donde se lo acusaba de querer “bastardear la gesta de Malvinas”).

-Cuando hubo ataques de xenofobia en cuanto a los valores de lo nacional, los colegas se solidarizaron, muchos me decían que me beneficiaba la contra prensa, pero me parece cínico pensar en esos términos. Cuando lo presenté, le dio una escala -para un pueblo como Mercedes-, magnitudinal, pero nunca puede tener al resto de la nación cuando al mismo tiempo tenés un caso real de un ex combatiente que cuenta cómo está transicionando. La realidad supera la ficción, eso es lo que está pasando. La literatura ya no es más vanguardia de temas. La realidad nos supera. Los grandes movimientos, como el feminista, no sé si es un movimiento ya, es como un sentimiento social, un despertar, que no puede volver atrás y es genial.


Karina Ocampo es periodista y locutora. Durante cuatro años escribió Revista Ohlalá sobre temas de ambiente, sustentabilidad y Soberanía Alimentaria. Colaboró en la sección Vida & Ocio del diario La Nación y formó parte de la radio cooperativa Ensalada Verde. Hoy colabora como periodista cultural freelance en La Agenda, La Gaceta Literaria, Letras Libres y en diversos medios de Argentina.

Entrevista publicada originalmente en la Revista Colofón




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