'La polilla', cuento de Félix Martínez Torres

La casa campestre se encuentra a la orilla de aquel pueblo rural. Tiene las paredes forradas de madera; pisos, vigas, todo con olor a pino. En aquellas regiones tropicales esas construcciones son una tentación para las polillas; minúsculos depredadores de la madera en las zonas húmedas, su hábitat perfecto.
En la oscuridad de aquella noche sin luna, figuras como gusanos enormes asoman, detrás se ve a otro monstruoso gusano, cien veces más desarrollado, y se reparten cada costado de la casa. Con sus ojillos brillantes degustaron el banquete, iniciaron la destrucción, sus dientecillos en la madera hacen un ruido característico, y provocan la salida de los moradores al ver su casa destruida. Tuvieron que correr. 
No así un anciano abandonado por la familia, quien fue incluido en el postre de estos insectos.
Fayo nació entre aserrín y maderas; las lijas y el martillo fueron sus juguetes preferidos. Mezclaba su teta con aserrín (como algunos bebés que comen tierra), desde entonces lo olía y lo probaba, primero en pequeñas cantidades, hasta irlo mezclando con su leche.
Siendo niño, diario hacia limpieza al taller, después pulía la madera, serruchaba y se escondía para comer aserrín a su antojo; prefería el aserrín de la madera suave, sin resina, lo mezclaba en su refresco. 
Ya que la madera era un elemento natural, sus componentes no afectaban su organismo, pero en su cerebro se producían cambios. Su cuerpo adolescente emanaba el característico olor del pino, que se respira en los aserraderos cuando el viento pasa entre los paquetes ya cortados.
Hombre joven, fabricaba los muebles más famosos en la región teniendo como ayudantes a sus hermanos, que aprendían los rudimentos de la carpintería compartiendo la pasión por la excelencia en el oficio.
Se hizo conocido por sus excentricidades, seleccionaba la madera más suave y blanca, hacia sus reservas y a escondidas los cortaba en pequeños trozos y con dientes que se le hicieron fuertes y afilados, devoraba las raciones de madera.
Ignoraba que sus hermanos ya conocían su secreto, pero el afecto que le tenían los hizo ser discretos.
Creó un mueble que satisfizo sus exigencias como maestro carpintero, admiró su obra hecha con madera de la zona de Chihuahua. 
No quería dejarlo ir, se trataba de una cocina integral con vistas de aluminio en color chocolate. Cuando quedó montado; y su cuerpo convertido en una pequeña larva de polilla, se adhirió a la suave madera del mueble, y con sus dientecillos escarbó hasta introducirse, junto a otras larvas. Impregnado de olores y sabores decidió vivir una vida diferente.
El tiempo de vida de una larva dentro de la madera es de cuatro años, pero Fayo empezó a hacer más grande el agujero donde se encontraba, pues el tiempo de salir al exterior aún no le llegaba. Apenas tenía un año. Su cuerpo empezaba a crecer, y tuvo que hacer más grande su espacio. 
Sale de la prisión de madera seguido por un pequeño ejército de gusanos, pequeños pero capaces de devorar muebles en minutos.
En temporada de lluvias las polillas son más activas, por lo que se trasladaron a otras casas para, con sus colmillitos amenazadores, y al ocultarse el sol, volverse la maldición para ese pueblo.
Los estragos que hacían Fayo y su grupo se hicieron evidentes, arrasaron una casa a las afueras del pueblo, entraron a los hogares a devorar muebles de madera, puertas, y si algún habitante de la casa se rezagaba, también lo devoraban.
Los hermanos de Fayo, salieron en su busca, mientras los encargados de la seguridad trataban de aniquilar a estos monstruos sin mucho éxito.
Fayo se alejaba constantemente del peligro, hasta que fue encontrado por sus hermanos.
Lo vieron convertido en una criatura; tal vez convertido en una desviación psíquica o metabólica.
Nunca se supo en realidad.

Félix Martínez Torres (Minatitlán, Veracruz 1962). Poeta y narrador. Algunos de sus poemas aparecen en variaz antologias, Pertenece al grupo Ateneo Literario, autor del libro 360

Fotografía de Mikkel Frimer-Rasmussen (en Unsplash). Public domain.


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