'La secta de sangre', relato de Henry Luis Farfán Vásquez


—Lo siento mucho… nacieron muertos hermano superior — informó la partera. —¿muertos? No lo permitas Señor, ¡no!... espere ¿Había más de uno? — pregunto el Hermano superior Frederick permaneciendo aun de rodillas —¡eran gemelos! — respondió la partera.

La lluvia torrencial acompañaba la sombría noche sobre el valle en donde la hacienda “Esperanza de Luz Celestial” se perdía en medio de las montañas y el bosque lúgubre de árboles de eucalipto. Ese debería ser un día de regocijo para toda la comunidad, Frederick esperaba ansioso el nacimiento de su primer hijo, pero contra todo pronóstico divino los niños no habían logrado sobrevivir. ¿Eran dos niños?, los mensajes de los ángeles que se le presentaban en sueños no le habían dicho que tendría gemelos, solo que pronto llegaría el heredero que tomaría la posta en la tarea sagrada de conducir su rebaño. Quizá su mensaje era un símbolo, una prueba de fe, el señor estaba obrando y era su voluntad “los propósitos del altísimo son misteriosos y sagrados” se decía mientras meditaba en silencio postrado de rodillas frente al altar.

—¡La hermana Luciana! está muy mal hermano superior — insistió la partera —está llamándolo, volando en fiebre. Frederick se sacudió de sus santos pensamientos y escucho el eco del grito de la partera que retumbaban en los altos techos del amplio salón donde se había refugiado a elevar sus oraciones. La mujer que amaba con sincera pureza se encontraba en peligro. Todo se estaba complicando, el señor lo estaba poniendo a prueba, tenía que ser un acto del demonio, del enemigo, el verdadero rey de este mundo pecaminoso quería doblegarlo. Recordó a Job y pensó que el señor lo bendecía con las pruebas que el inicuo le ponía, pero se mantendría firme, no podía desfallecer y mucho menos blasfemar con ninguna duda en su corazón.

Frederick heredero de una gran fortuna, se había cultivado en los principios del cristianismo fundamentalista y ordenado sacerdote muy joven gracias al firme apoyo económico y formación estricta de su madre. Su padre, un próspero hacendado se perdió en el alcohol y mujeres de mal vivir hasta su muerte, cuando ebrio cayó desde el balcón de su habitación rompiéndose el cuello. Su madre creía que todo había sido causa de la influencia del demonio en su esposo, su hijo entonces podría expiar de culpa y pecado a su familia. Frederick muy temprano cuestionó los principios más ortodoxos de la iglesia y renunció a sus votos católicos siendo excomulgado, convencido de que tenía una misión divina y que era un escogido de dios  llegó a fundar la orden “Esperanza de Luz Celestial” y convirtió su hacienda en una comunidad de fe cristiana basados en la doctrina del antiguo testamento, que les enseñaba como vivir sin contacto con el mundo exterior fuente de todo pecado y maldad.

Luciana la más cercana a él, era la muchacha que con solo dieciséis años había tomado como esposa y compañera, ahora cumplidos los dieciocho seria madre por primera vez, la habitación a media luz de techos altos, la cama antigua de arcos y tallados de ángeles y gárgolas en las esquinas, contrastaba con el hedor de la muerte presente en ese momento —Me siento muy débil, ¿dónde está mi hijo? — alcanzó a decir con un semblante de extrema palidez que daba un mal presagio —Descansa querida esposa, luego te lo explicaré — Frederick intentó tranquilizarla —eleva una oración a nuestro Señor, él te dará la paz que necesitas en este momento.

La dejó dormida y salió rumbo al salón del culto de la vieja casa hacienda, ellos no tenían una iglesia porque consideraban que cualquier templo era blasfemia, ya antes Jesús había dicho que esos lugares solo eran cuevas de ladrones y mercaderes. Se arrodillo y se puso el talit para comunicarse con el Señor buscando la sabiduría divina para obrar en esas circunstancias. El amor por Luciana era lo más grande que tenía luego del amor y devoción al Señor, oraba para que su mano santa se posara sobre ella y la salvará.

Su vida en comunidad religiosa se extendía a lo largo de las cien hectáreas propiedad de su familia desde el siglo pasado, una comunidad que se dedicaba a la agricultura y la ganadería era el centro de la salvación del hombre en medio del reino de las tinieblas del mundo común. Cincuenta familias llevaban su vida con paz y sosiego, bajo las leyes celestiales que estaban escritas en la Biblia y la conducción espiritual del hermano superior Frederick, de quien decían era el profeta elegido de los últimos tiempos. Todos los adelantos de la modernidad estaban prohibidos, todos eran creación del demonio para esclavizar al hombre, usaban la medicina natural y la oración como medios de cura y salvación, los lamentables decesos que ocurrían en la comunidad se justificaban porque cada cosa que acontecía era voluntad del Señor. 

La partera irrumpió en el altar —hermano superior discúlpeme, es urgente su presencia —decía agitada y nerviosa —la hermana Luciana … no le queda mucho tiempo. Frederick corrió por los largos pasadizos de la casa, la luz de la luna empezaba a entrar por los ventanales altos después de haber cesado la tormenta, la penumbra dentro de la vieja casa y el crujido de la madera sobre sus pasos marcaban el ritmo del dolor que aquejaba su alma, llegó a su habitación, Luciana todavía estaba consciente, tomo su mano y ella alcanzó a decirle —Sigue adelante amado esposo, el Señor te acompaña — luego haciendo un último esfuerzo puso su mano en el rostro de él y finalizó —¡sabes bien qué hacer!

Frederick no se recuperaba aún del dolor de sus gemelos muertos y ahora su esposa seguía ese camino, era demasiado para soportarlo, percibía una oscura sensación en su interior, ¿fue castigado por casarse con su hermanastra?, la amaba con devoción y el amor no es pecado, un deseo fugaz de venganza pasó por su mente, pero no, no podía pensar así, tenía que regresar a orar, él Señor sabría orientarle en esos momentos de debilidad. Llamó a la partera y le pidió que convocara a todos los hermanos junto con sus familias al auditorio principal, elevarían plegarias y cantos al altísimo, el tiempo del Señor había llegado, el pecado los estaba invadiendo, era una señal lo que había sucedido y era cierto, sabía qué hacer, la purificación llegaría antes de lo previsto, el Señor se lo ordenaba.

Al día siguiente la policía llegó después de seis horas de viaje carretera dentro de la autopista más cercana, sólo para constatar el gran incendio que hubo en el lugar, las llamas y el humo podía verse a kilómetros de distancia, encontraron en promedio más de un centenar de personas completamente calcinadas entre adultos y niños encerrados en ese coliseo cerrado, todos juntos en grupos y abrazados. Agradecieron al señor Frederick, único vecino del lugar, quien viajó hasta la ciudad para dar aviso del lamentable suceso.


Henry Luis Farfán Vásquez (Huancayo - Perú 1976) Licenciado en Administración de Empresas – UNCP; Magister en Administración Estratégica de Empresas – CENTRUM PUCP; actualmente cursando el Master de Escritura Creativa – Universidad de Salamanca España. Publicaciones: Libro de cuentos “Historias Liberadas” 2020 y “Historias Malditas” 2021 del Taller de Escritura Creativa de Lima. Antología poética “El deseo de Cupido” 2021 Ediciones Afrodita – Argentina. Antología de relatos cortos “Mes de las letras 3” Editorial Autómata 2021. 2da Antología 2021 Escritores Eleutheros – Argentina. Colaboraciones: Domus Gothica El umbral para autores y lectores de Horror, Revista Poetomanos No.3 y 4 Año 2.


Fotografía de Allef Vinicius (en Unsplash). Public domain 


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