'Envinado', relato de Viviana Ramirez

La pregunta era qué platillo hacer para Navidad. Casi treinta años siendo la mejor cocinera y de pronto me quedaba sin ideas. Ya era tradición que yo me encargara de las comidas familiares. Me consideraba la mejor anfitriona, no perdía oportunidad, si teníamos vecinos nuevos, si algún familiar o amigo celebraba algo, si sufríamos un funeral, si estrenábamos muebles, por lo que fuera, yo hacía una reunión, todos salían de la casa diciendo “Gracias, Mónica, tus bocadillos estuvieron increíbles”. 
Esta Navidad no sería la excepción. Sin embargo todo a mi alrededor andaba mal, mi matrimonio caía cada día más bajo. Estas últimas semanas Carlos no se callaba para nada, lo cual era una gran ironía pues por diez años permaneció en silencio.

Lo prefería así, sin quejarse, sin saber nada de él, sin molestarme. 
Esta molesta situación me impedía concentrarme en lo único que me hace feliz. Por supuesto que no repito platillos, puedo repetir postres, entradas, bebidas, pero jamás platillos principales. No obstante, no se me ocurría ningún platillo nuevo para esta ocasión. 
Las entradas serían unos bocadillos con jamón de pavo y queso parmesano, otros de piña y, para los de gustos simples, algunos platillos con galletas de mantequilla. Acompañaríamos la comida con un Pinot Noir y para el brindis, champagne. Tenía la duda sobre el postre, lo elegiría después de escoger el platillo fuerte. 
Pero Carlos no lograba callarse, se quejaba de su trabajo, de su edad, de la decisión de no tener hijos -que ahora resulta había sido sólo mía-, ¡en fin!, se quejaba de todo. Aunque él jamás lo haya admitido, sé que todo esto fue debido al abandono de su amante. ¿Cómo no lo iba a abandonar?, tenía cuarenta y siete años, aumentaba su calvicie y su mal humor cada día, ya se vestía con trajes de abuelo y su vida se volvía cada vez más monótona. 
Aún recuerdo cuando me conquistó, con su cabello rizado y negro, su sonrisa de medio lado, sus trajes carísimos, y su Porsche cromado. Claramente recuerdo pensar en la cantidad de reuniones que haríamos gracias a su estatus socioeconómico. ¡Ni hablar de nuestra boda!, sería hermosa, grande y muy lujosa. De eso hacía ya mucho tiempo. 
Fue el 22 de diciembre cuando mi paciencia terminó, todavía no tenía un platillo y a Carlos ya no lo quería ni ver. Esa misma noche llegó con copas de más, en cuanto se acercó a mí, distinguí el fuerte olor a whisky y comenzamos nuestra discusión. Llegó a tal grado que fui a la cocina y tomé uno de mis cuchillos más filosos y se lo enterré mientras estaba acostado en la cama, aún con la ropa y los zapatos puestos. No me vio, ni siquiera me había escuchado entrar, estaba ya dormitando. Lo acuchillé varias veces: el corazón, la cabeza, el corazón, la cabeza, el abdomen, el corazón, el corazón, y luego por todos lados. 
¿Qué hacer con el cadáver? ¿Qué platillo hacer para Navidad? La respuesta era obvia y me surgió de inmediato. Prepararlo me tomó tiempo de más, pero 
¡Ya tenía el platillo! 
Los invitados comenzaron a llegar a las diez de la noche. Degustaron de las entradas, de una pasta, del vino, de la música y la plática. Y después de un exquisito platillo que consistía en pedazos de carne muy bien cortados y envinados, bañados en un cremoso aderezo y acompañados de champiñones fileteados. ¡Buen provecho! 
De pronto la gran pregunta: “Mónica, ¿dónde está Carlos?”. Entonces sonreí mientras repartía mousse de chocolate. “Ya llegará”, les respondí.



Viviana RamirezPuebla, 2 de diciembre de 1997. Estudió un año lingüística y literatura sin embargo, por azares del destino dejó la carrera, no así las letras. Sus textos han sido incluidos en La revista Caracola Magazine y en la revista Licor de Cuervo. Sus registros literarios van desde el erotismo hasta el terror psicológico.


ILUSTRACIONES: El retrato ha sido remitido por la autora de la obra.


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