'La litera superior', relato de Francis Marion Crawford

'La litera superior', relato de Francis Marion Crawford

Alguien pidió que trajeran cigarros. Habíamos hablado mucho, y la conversación empezaba a decaer; se había posado el humo del tabaco en los pesados cortinajes y el vino en aquellos cerebros capaces de languidecer. Era evidente que, a menos que alguien hiciera algo para levantar nuestros deprimidos espíritus, la reunión no tardaría en llegar a su término natural, y nosotros, los huéspedes, nos iríamos rápidamente a la cama. Nadie había dicho nada especialmente notable; es posible que nadie tuviera nada notable que decir. Jones nos había hablado detalladamente de su última aventura de cacería en Yorkshire, y Mr. Tompkins, de Boston, había explicado minuciosamente los principios laborales, cuya adecuada y cuidadosa aplicación había permitido que el ferrocarril de Atchison, Topeka y Santa Fe no sólo extendiera su recorrido, aumentara su influencia departamental y transportara ganado sin matarlo de hambre en el camino, sino que también había conseguido, durante años enteros, engañar a los pasajeros que adquirían su billete con la ilusoria creencia de que la corporación anteriormente citada era capaz de transportar vidas humanas sin destruirlas. El Signor Tombola se había empeñado en convencernos, con argumentos que ninguno de nosotros se tomó la molestia de rebatir, que la unidad de su país no se parecía en nada al moderno torpedo, cuidadosamente planeado, construido con toda la precisión de los mejores arsenales europeos, pero que, una vez construido, era puesto en unas manos débiles y estaba destinado inevitablemente a estallar, en el ilimitado despilfarro del caos político.

No es necesario dar más detalles. La conversación había adquirido un cariz que hubiera aburrido a Prometeo en su roca, que hubiera distraído a Tántalo y que hubiera impulsado a Ixión a buscar alivio en los sencillos aunque instructivos diálogos de Herr Ollendorf, harto de soportar nuestra charla. Habíamos estado sentados ante una mesa durante horas enteras; estábamos aburridos, estábamos cansados, y nadie parecía dispuesto a emprender la retirada.


Alguien pidió cigarros. Instintivamente, todos miramos al que había hablado. Brisbane era un hombre de treinta y cinco años, notable por aquellos dones que atraen principalmente la atención de los hombres. Era un hombre fuerte. Las proporciones externas de su cuerpo no presentaban nada extraordinario a simple vista, aunque su estatura era superior a la normal. Superaba ligeramente el metro ochenta de estatura, y sus hombros eran moderadamente anchos; no era corpulento, aunque tampoco podía decirse que fuera delgado; su pequeña cabeza estaba sostenida por un cuello recio y nervudo; sus anchas y musculosas manos poseían la habilidad de partir nueces sin la ayuda del habitual cascanueces; y, al mirarlo de perfil, nadie podía dejar de notar la extraordinaria longitud de sus brazos ni la insólita robustez de su pecho. Era uno de aquellos hombres de los cuales suele decirse que engañan; es decir, que aunque parecía un hombre fuerte, en realidad era mucho más fuerte de lo que aparentaba. De sus facciones tengo muy poco que decir. Su cabeza era pequeña, su pelo fino, sus ojos azules, su nariz grande; llevaba un pequeño bigote y tenía una mandíbula cuadrada. Todo el mundo conocía a Brisbane, y cuando pidió cigarros, todos lo miraron.


—Es una cosa muy rara —dijo Brisbane.


Todo el mundo dejó de hablar. La voz de Brisbane no era una voz «potente», pero poseía la singular cualidad de penetrar en la conversación general y cortarla como con un cuchillo. Todos escucharon. Brisbane, dándose cuenta de que había atraído la atención general, encendió su cigarro con una gran parsimonia.


—Es muy raro —continuó— lo que ocurre con los fantasmas. La gente siempre está preguntando si alguien ha visto un fantasma. Yo he visto uno.

  —¡Cáspita!

  —¿Usted?

  —¿Habla usted en serio, Brisbane?

—Vamos, un hombre de su inteligencia…


Y así por el estilo. Un coro de exclamaciones acogió la inesperada afirmación de Brisbane. Todo el mundo pidió cigarros, y el mayordomo apareció repentinamente de las profundidades de quién sabe dónde con una helada botella de champaña seco. La situación estaba salvada; Brisbane iba a contar una historia.



Francis Marion Crawford (2 agosto 1854 a 9 abril 1909) fue un escritor estadounidense conocido por sus muchas novelas y en especial las de Italia, y por sus clásicas historias extrañas y fantásticas.

Vida

Crawford nació en Bagni di Lucca , Italia, el único hijo del escultor norteamericano Thomas Crawford y Louisa Cutler Ward, el hermano del escritor María Crawford Fraser ( también conocido como la señora Hugh Fraser), y sobrino de Julia Ward Howe , el poeta estadounidense . Estudió sucesivamente en la Escuela de San Pablo , Concord, New Hampshire ; Universidad de Cambridge ; Universidad de Heidelberg ; y la Universidad de Roma   + 


Photo by Nicolas Ladino Silva on Unsplash (public domain).


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