"Sueños y realidades: Poemas de Arturo Accio"


A todas las Alicias del mundo

Atravesando el espejo encontré una pequeña Alicia sin fantasía, lloraba de rodillas sin querer volver abrir los ojos, me dijo que se cansó de mirar los fríos jardines en ruinas y poco a poco desvanecer los colores hasta dejar un entorno de sombras grises, se aburrió de ver a la locura enfermar hasta ser un demonio insaciable con una corona
inmaculada que se regocija entre las cabezas de calabaza. Cada gota de sus lágrimas en un abismo interminable se construía a sus pies. Se acercó a tientas, ofreciendo este reino a cambio de indicarle con exactitud el sitio por donde yo había entrado, cosa que hice de inmediato, desde entonces no la he vuelto a ver tomo te a la exacta abrazando a una garza que deja caer boinas por un entarimado que recuerda un tablero.


Sueños imaginarios

No recuerdo a ninguna de mis mujeres con una sonrisa linda,

todas han sido bipolares extravagantes

con carcajadas enfermas o el ceño fruncido,

la mayoría con unas piernas largas y hermosas.
No recuerdo a ninguna de mis mujeres llamando sólo para saludar,

siempre han sido urgencias de vida o muerte,

aunque en defensa de ellas diré que me han amado lo mejor que pudieron,

empiezo a cansarme de eso y decido ser otro ausente,

ver al tiempo es algo extraño cuando te sales de su rutina

lo miras pasar con calma, te saluda para decirte ¿no estuvo tan mal? o ¿si?

 

El príncipe azul

Acumuló esperanza durante casi cuarenta años, ahora era odio, genuino odio, bien dicen que entre un sentimiento y otro suele haber un paso, ese paso para ella fue encontrar de carne y hueso a su hombre perfecto, incapaz de ponerle un “pero”, su bata azul lo hacia lucir increíble, sin ella era atlético, rico, e inteligente, tanto que era el especialista en reproducción humana que le informaba que desde un principio hubiera sido inútil intentarlo ya que ella era estéril.


Oficios antiguos
(El carnicero)

Llegó a la fiesta con el overol del trabajo puesto

hubo silencio,

nadie se atrevió a decir algo,

eran los quince años de su hija menor

Él,

sin la menor educación,

un tipo legal, duro y muy rico,

de sus manos era imposible desprenderse

con facilidad del color rojo,

el olor también era complicado ocultar,

lo más difícil siempre ha sido el halo que lo seguía,

todos sabían que él no disfruta

ver a las vacas colgadas mientras escurre sangre

sin embargo a veces se concentraba en sus ojos vacunos

no lograba distinguir entre el ultimo suspiro de vida

y la primera fetidez de muerte;

su pequeña corrió abrazarlo, le besó la cara,

Él dio su visto bueno a todo,

abrió un vodka corriente,

así la fiesta pudo continuar en paz.


Algunos días

Hay algunos días que es inevitable

avanza como la sombra de un zombie por la tarde

entre un pueblo devastado,

la magia de las hadas

es sólo polvo acumulándose en el piso,

Hay algunos días que es inevitable

el cansancio de decepcionar llega a un límite insano,

necesito cerrar los ojos

cerrar los oídos

y por mi propio bien cerrar lo que queda de mi alma.


Espejos fieles

Para disfrazarme de ti,

tengo que vomitar después de cada comida,

beber cualquier cosa que no sea agua,

llorar todo lo que tú lloras,

gritarle a papeles que no responden;

no sé cómo es el dolor que sientes sí nunca nadie ha pegado,

creo que para ser perfecta como eres

tomare muchas de las pastillas que tú tomas

y me sentaré a esperar enmudecer con tu misma decisión.


Necesito el silencio

como la primera vez que se rompe alguien para ser algo

Duele,

como si quisiera dejar de respirar,

como si quisiera que mi cuello se rompiera,

duele,

duele dentro sin detenerse,

no son las palabras,

no son las imágenes,

es la propiedad de las emociones vencidas,

es la propiedad de los silencio,

así de mucho duele

como la primera vez que alguien se convierte en algo.





Arturo Accio (1975) Activista literario.



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